Las palabras del Papa a los jóvenes en el Parque Eduardo VII me parecen para enmarcar. Y todos los congregados coreando: “En la Iglesia caben todos, todos, todos”, no es más que un grito de esperanza en la propia Iglesia, en los jóvenes, en la humanidad.
Debemos repetirlo y creerlo. No creerlo es sencillamente o
carecer de fe o tener una fe débil.
Gracias a Dios que cabemos todos, todos, todos….porque en ese
“todos” estoy también yo…..y tú que no estás de acuerdo. Entramos los pecadores
y los que se creen puros; entramos con nuestras dudas y nuestras flaquezas.
Somos parte de la Iglesia con nuestros aciertos y nuestras miserias; caídos unas
veces, ayudando a levantarse al hermano, otras.
Cabe el rígido con su dedo acusador y cabe el laxo que piensa que todo vale. Cabe el que se cree excluido y cabe el que excluye. Caben los extremos precisamente porque, felizmente, la Misericordia nos
alcanza a todos. ¡Qué sería de mi sin la misericordia de Dios!
Si no fuera por la Misericordia yo no cabría en la Iglesia.
Si no fuera por la Misericordia la Esperanza decaería. Si no fuera por la
Esperanza la noche reinaría.
Las palabras de Francisco ayer muestran al Espíritu en el
Pastor y reconcilian al hombre consigo mismo y con la Iglesia. Son pura esperanza
evangélica, son una nítida expresión de la benignidad pastoral de la que
centenariamente tienen por bandera los Redentoristas. Y el propio Papa nos
insta a que, si no hay sitio para todos, lo hagamos.
Enseñanza y encargo. Hace apenas tres días celebrábamos a San
Alfonso María de Ligorio, el gran santo de la oración. ¡Cuán necesario es hoy
en día retomar sus enseñanzas frente al rigorismo y el laxismo!
Señores, tengamos claro que cabemos todos, el amargado, el
iluso…..y es labor de cada uno de nosotros invitar a TODOS. Lo que incluye a
los alejados, a los que no conocen a Cristo, a los errados….y sea conflictivo o
no, a los fieles de otros credos, si no fuera así ese “todos” sería incompleto o sería falso.
Mi hermano Damián Mª Montes CSsR -sí, mi hermano-, decía hoy
en Twitter: “Es precioso: nuestra
tarea como Iglesia es echar la red y recoger TODO tipo de peces. Lo de después
(separar buenos y malos) es tarea de Dios.” No puedo estar más de
acuerdo con él en cuanto a la acogida, 100% de acuerdo. Y coincido plenamente con
que no es nuestra tarea juzgar quién es bueno o malo a ojos de Dios; no lo es en absoluto.
Echar la red y recoger a todo tipo de peces y además hacerlo con
Amor. A partir de ahí, ese Amor implica también enseñanza, didáctica y corrección,
como hacemos los padres con nuestros hijos. El propio San Alfonso nos habla a
los padres en ese sentido:
“…/… Un padre tiene la obligación de instruir a sus hijos en
las verdades de la Fe. …/…Los padres religiosos no solamente pueden instruir a
sus hijos en estas cosas, que son las más importantes, sino también pueden
enseñarles lo que se debe hacer cada mañana al amanecer. Enseñarles
primeramente agradecer a Dios por haber preservado su vida durante la noche, en
segundo lugar, ofrecerle a Dios todas las buenas acciones que harán y todos los
sufrimientos que pasarán diariamente, también implorar a Jesucristo y a Nuestra
Santa Madre María que los preserve de todo pecado durante el día. Enseñarles,
al anochecer hacer un examen de conciencia y un acto de contrición. También les
deben enseñar actos de Fe, Esperanza y Caridad, a rezar el Rosario, y visitar
al Santísimo Sacramento.”
Pero no podremos hace eso, no podremos instruir, si en primer
lugar y ante todo, no acogemos a TODOS. Sin juzgar y con esa alegría que da la
fe y el encuentro con Cristo. Con esa alegría sana y profunda que estamos
viendo estos días por las calles de Lisboa.
Interioricemos con convicción
que cabemos TODOS, TODOS, TODOS.
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