Recuerdo con nitidez aquellos días, mis servicios como
voluntario Redentorista y los meses de servicio en Acreditación de Sacerdotes
en San Juan de la Cruz. Recuerdo a los peregrinos acogidos en IES Santa
Engracia, a la mejicana de 16 años perdida, los ojos de Benedicto XVI, a un
joven estudiante Redentorista a quien presté mi acreditación para que pudiera
entrar en Cuatro Vientos. Recuerdo la sonrisa de un hombre bueno en la oficina
de San Juan de la Cruz durante los meses de trabajo para la acreditación de los
sacerdotes que venían de todas partes del mundo, recuerdo su mirada de hombre
bueno, recuerdo sus silencios de hombre bueno, recuerdo sus comentarios de
hombre bueno; recuerdo que me sorprendió su bondad. Con el tiempo ese hombre
bueno, ese joven sacerdote, se convirtió en Monseñor Jesús Vidal, obispo
auxiliar de Madrid. Varios de aquellos peregrinos, varios de los que María y yo
llamamos cariñosamente como “nuestros chicos” son hoy sacerdotes Redentoristas
que acuden desde sus respectivas parroquias guiando a sus propios grupos de
peregrinos. Que Nuestra Señora del Perpetuo Socoro los acompañe.
Mi pertenencia a la familia Redentorista, amistades creadas
en esa época como la de todos “nuestros chicos”, como la del propio Jesús
Vidal, son una infinitésima parte de las gracias recibidas durante esos días.
La constancia, la pervivencia en el tiempo muestran la solidez de lo vivido, la
riqueza de una fe sólida. Aquel joven estudiante Redentorista, el hoy Padre Víctor
Chacón CSsR, me ha regalado recientemente una de las más hermosas,
clarificadoras, esperanzadoras y serenas conversaciones por whatsapp que he
tenido en años.
Fueron días intensos que permanecen en la memoria y en el corazón.
Días que cerramos con aquella Eucaristía en PS en la que pedía que mis hijas
pudieran vivir algo similar. Puede parecerme mentira, pero los bocados del
tiempo hacen que la Vida parezca un instante y el momento ya ha llegado para
ambas. Las dos participan como peregrinas en la JMJ de Lisboa. Toya con un
grupo de la parroquia de San Josemaría Escrivá de Aravaca y Paula con su grupo
(bueno, grupo….. son varios los autobuses que han salido del santuario de
Pozuelo de Alarcón…) de Schoenstatt. El Señor nos concedió el regalo y la misión,
a mi mujer y a mí, de ser custodios de las Vidas de dos personitas que van
creciendo, dando sus propios pasos y tomando sus propias decisiones. Las dos
son peregrinas, cada una recorriendo su propio Camino.
Obviamente es a ellas a quienes encomiendo principalmente
junto a mis sobrinos Lefort y a una joven amiga de Toya, María S. (pido por su
propio camino interior). Hoy me ha llegado una foto de Paula junto a sus primos
que vale un mundo; unos sobrinos que son mucho más que unos simples sobrinos,
aunque eso ya sería bastante. #FamiliaPeregrina Que el Señor toque el corazón de todos y
cada uno de ellos.
Que Él toque el corazón de cada peregrino, de cada joven dubitativo
y escéptico que acude a estas jornadas simplemente por ir, por pasar unos días
más o menos divertidos. Mente abierta, corazón abierto. Comprenderán el
verdadero sentido de lo que es una Iglesia peregrina en la tierra; vivirán de
cerca la expresión más palpable de la Institución más diversa y plural del
mundo.
Aquel entonces estudiante Redentorista me dijo algo hace doce
años que me sorprendió, y cuánta razón tenía: Yo no vengo a ver al Papa, vengo a
encontrarme con Cristo.
Que se dejen encontrar por Cristo.