Hacía mucho tiempo que no me acercaba al teclado con
intención de publicar algo. Tras unas cuantas personas que me pararon, encantadoras, porque me seguían por aquí tuve la incómoda sensación de que
empezaba a parecer más importante el mensajero que el mensaje. Y eso es lo
último. Coincidió más o menos en el tiempo con una petición que me hicieron
para dar unas charlas a sacerdotes en una diócesis del Levante español. No me
sentí digno de ello, pero luego pensé que si una cierta congregación eligió en
su momento a monseñor Setién para dar un retiro a sus sacerdotes, mucho menos
daño iba a hacerles yo estos. Finalmente, no cuajó y el caso es que yo he ido
dejando que el blog repose.
Sin embargo, ayer estuvimos en la misa final de un retiro de fin de semana al que acudió mi mujer en la Comunidad de Madrid, y anduve dándole
vueltas sobre si escribir o no hacerlo. Partamos de la base de que a mí,
personalmente, no me gustan nada los retiros por sexos. No entiendo el concepto.
Menos aún cuando se trata de gente casada. Yo no soy yo desde el 31 de octubre de
2003; desde ese día soy yo con María, mi mujer. Un todo compacto junto a
Cristo. Por mucho que sorprenda es así. Y así de bruto soy y lo digo. Me parece
casi atentar contra la base misma del sacramento del matrimonio esa separación
de un todo compacto que se perfecciona día a día; lo encuentro casi aberrante. Además,
no hay un Evangelio para hombres y otro para mujeres. Insisto, así de bruto soy. Como
tampoco me gustan las reuniones de amigos en la que acaban hombres por un lado
y mujeres por otros; me produce una pereza monumental.
Ella quiso ir y fue. Y yo me disponía a escribir sobre eso cuando recibí una llamada que me hizo cambiar el rumbo -claramente Dios no
quería que me pronunciara más sobre el tema en público-. Lo tengo claro.
Recibí una llamada de un consultor de Michael Page para
preguntarme sobre una cierta persona. En mi antigua empresa pasamos unos
últimos meses bastante penosos, trabajando sin cobrar, hasta el cierre
concursal el pasado 27 de octubre. Yo he sido un auténtico privilegiado porque
recibí varias ofertas espontáneas y ni siquiera tuve que pasar por el SEPE. Me
pidió referencias de un ex compañero de trabajo y le di los datos y los
contactos de otros 8. Excelentes profesionales que han estado dejándose la piel
en su trabajo hasta el último minuto incluso sabiendo que estábamos avocados al
cierre. En esa llamada comprendí que Cristo necesitado estaba en ese puñado de personas con las que he compartido el día a día laboral durante seis años, ahora en paro y acercándonos a la Navidad… y me pareció
mucho más importante, necesario y justo tratar de echarles una mano.
Aunque pueda parecer lo contrario no soy ni de aspavientos ni de ir buscando teofanías por las esquinas. He tenido la suerte de sentir a Jesús vivo a mi lado y en mí desde niño de la mano de Calasanz; de mayor rasgó la máscara de mi debilidad un recién ordenado sacerdote Redentorista en una micro homilía durante una misa de diario un 12 de mayo y me topé, de nuevo, con Él (estaba donde siempre había estado, que es donde siempre está). La madrugada del 15 de agosto de 2002 le sentí con una nitidez y fuerza inexplicables en el revoloteo de las pestañas de María cuando volteó la cabeza para mirarme mientras nos presentaban; no éramos dos, éramos tres, El, María y yo.
Con todo y a pesar de los pesares, uno cae, y se levanta.
Tropieza y vuelve a caer casi como el día de la marmota. Pero esa tozudez
innata y la perseverancia marca de mi padre San Alfonso hace que uno siga
levantándose y levantándose. Sin más.
Él está en las cosas pequeñas y sencillas. Ahí es donde yo le encuentro. Ayer, tras la misa
de ese retiro se nos acercó una señora y les dijo a mis hijas: “vosotras claro,
¿en esto de la fe “cero” verdad???”. Alucinante pero cierto. Tal cual. Sentí cómo
invadían su intimidad desde la supina ignorancia y, por supuesto, quien inquiría
se mostraba evidentemente superior, en un estadío casi inalcanzable del proceso
de fe. No dejé que contestaran ellas; lo hice yo. Sorprendentemente calmado y
tranquilo.
Y como el Señor va escribiendo tranquilo, pues esta mañana al
despertar me topé con este hilo de mi amigo el Padre Patxi Bronchalo
(imperdible): https://twitter.com/PatxiBronchalo/status/1602070166090797057
Perdonadme por lo extenso de hoy, pero es que una vez más Él
se me ha mostrado en los humildes y en lo insignificante de una llamada de
teléfono. Sin más. No me hace falta más que continuar scalando en familia. En
gerundio. Y dando gracias, que también es gerundio.