Hace 11 años en el santuario del Perpetuo Socorro de Madrid
comencé a ver a un grupo de personas variopinto que campaba realmente por su
casa. No sabía muy bien quienes eran, pero estaba claro que “pertenecían” a PS
tanto como PS les pertenecía a ellos. Sí, cada una por separado y mezcladas las
tres acepciones que de ese verbo nos da la RAE:
1. intr. Dicho de una cosa: Tocarle a alguien o ser propia de él, o serle debida.
2. intr. Dicho de una cosa: Ser del cargo, ministerio u obligación de alguien.
3. intr. Dicho de una cosa: Referirse o hacer relación a otra, o ser parte integrante de ella.
Poco a poco, a medida que de la mano del P. Jorge Ambel y junto a mi
familia daba los primeros pasos por allí, yo iba siendo consciente
de que aquellos que en un principio me parecieron “alguien” lo eran
precisamente por ser servidores. Servidores de la Iglesia, del pueblo santo de
Dios en la familia Redentorista. Ese grupo peculiar, pintoresco y heterogéneo
eran los Misioneros Laicos del Santísimo Redentor y los Laicos Redentoristas de
PS.
Con el correr del tiempo, llamado por San Alfonso, bajo la
mirada de la Perpe y de la mano del P. Pedro López yo pasaba a formar parte de
ese grupo como MLSR y un par de años después mi mujer como Laica Redentorista,
llevando al paroxismo la definición de heterogeneidad.
De ese grupo, cuando aún no los conocía, me llamaba especialmente
la atención una pareja con un pintón bárbaro. Lo que captaba mi interés -no sin
un punto de desconcierto- era algo inusual: siempre los veía sonriendo. Pero no
una sonrisa cualquiera, no. A la sonrisa de la boca le
precedía siempre, como el anuncio de algo grande e importante, la que iniciaban
sus ojos. Sonreían con el alma. Ellos no lo saben, pero sus ojos fueron para mí
las trompetas de Jericó. Hablo de un matrimonio ejemplar, el formado por Inma
Huerta Rodríguez y Antonio Fuertes Ortíz de Urbina, y a mi me evangelizaron con
la mirada.
Desde ayer 1 de mayo de 2021, Inma sonríe desde el cielo. La sonrisa del Evangelio, la sonrisa de Inma. Los
MLSR estamos de luto, pero celebrando la Vida de Inma. El cariño de mi pequeña
familia por Antonio e Inma es tan grande como la pena actual. Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro y San Alfonso le habrán acompañado ante el Redentor. Imagino
el abrazo del Señor al ver esa sonrisa y esa mirada.
Tengo el móvil inundado de mensajes de WhatsApp y todos
coinciden en lo mismo: la bondad de Inma. Pero buena de verdad. El Señor estuvo
grande con nosotros porque la puso en nuestro camino y ella llevó al Señor a
tantos con la sencillez y limpieza de su mirada. Disfrutona, disfrutona a
rabiar con la sencillez de la Vida. La última vez que estuve con ella, en la
sacristía de PS preparando el Vía Crucis que nos tocó animar……cómo se le
iluminaba la cara al hablar de sus nietos. Creo que jamás olvidaré nuestra
discusión – la discusión de dos grandes peleones- el 8 de marzo de 2020, al
salir de misa, a cuenta del puñetero virus que se la ha llevado; no puedo
olvidarlo porque me di cuenta entonces de que sonreía incluso discutiendo.
Inma, háblales a San Alfonso y a la Perpe de este puñado de
hijos suyos que tienen aquí; cuidadnos desde el cielo. La comunión de los
santos nos hace seguir unidos. Muchos conocemos a santos en vida sin darnos ni
cuenta, pero a veces sí que somos conscientes. Somos unos privilegiados, porque
Inma ha sido uno de esos gozosos casos.
Inma, tu ya has visto cara a cara a tu Redentor. Ahora sabes
cuánto os queremos. Trataremos de que esa sonrisa de Antonio continúe abierta.
Rezamos por él y por vuestros hijos. Pedimos por ti, sí, pero también a ti.
Si hay alguien que lea esto, le animo a hacer lo mismo. Pedir
porque Inma esté ya efectivamente con el Señor, pero con mi certeza íntima de
poder pedirle a ella.