Creo que, hasta donde alcanzo a recordar, nunca había
celebrado un Domingo de Ramos tan concurrido como el de este año. Abarrotado,
estaba todo abarrotado.
Hoy en casa, en esta pequeñita Iglesia doméstica que tratamos
de ser, hemos seguido la celebración presidida por el Papa. Yo no he visto la
basílica de San Pedro con un impactante vacío, la he visto repleta de fieles.
Estábamos allí todos. Ha sido increíble.
Normalmente mi mujer y mis hijas pasan este día en Santander,
en casa de mi madre, y yo en PS. Este año hemos estado juntos y nuestros ramos de
olivo cuelgan ya de una ventana de nuestra casa. Pero con nosotros también mi madre desde su encierro solitario, mis hermanos, mis primos -creo que es la primera vez que voy a
vivir la Semana Santa junto a mis primos de Barcelona desde hace una infinidad
de años, mi comunidad de PS, los amigos del Proyecto Andrómeda, la familia twitera como diría Pil Mancini, familias
del colegio de mis hijas y ese Alegra Team, vecinos... (esto de tener un olivo en
casa nos ha permitido compartir ramas con algunos vecinos, que hemos dejado en
la puerta de su casa como de estraperlo). Junto a mi especialmente todos los que han estado diariamente pendientes en mi convalecencia.
Lo que me impresiona no es una basílica vacía, si no la
especialmente expresiva alfombra de palmos físicos y virtuales tejida para
acoger a Jesús.
Pero el paso del Señor este año en concreto está alfombrado
no sólo con palmos; este año la alfombra verde se ha teñido de rojo con la
sangre de todos los fieles muertos por COVID-19. Ya, ya sé que no solamente por
ellos, pero la situación es tan cruel que es en ellos en quienes me fijo este
año, quizás por estar aún yo mismo en proceso de recuperación. El responso
rezado por Su Santidad ha sido para mi especialmente emotivo. Porque no todo va
a ir bien, porque no todo ha ido bien. La fe a los católicos nos otorga la
realidad de la trascendencia y de una Vida en plenitud. Obviamente. Pero
solamente en nuestro país llevamos más 12400 muertos, más de 12400 historias
arrasadas. La inmensa mayoría de esas muertes podrían haberse evitado de no
contar con un Gobierno en pleno que ha desoído desde el primer momento todas
las recomendaciones de la OMS; confío en que acabe ante un tribunal. Es una
indecencia leer hoy mismo una frase cruel del ministro del interior: “Este
gobierno no tiene motivos para arrepentiré de nada”. Frase escupida sobre
miles de cadáveres y sus familias. Pido a Dios que se arrepientan y pido por la
Misericordia del Señor también les alcance a ellos.
A pesar de las vidas sesgadas, a pesar de los féretros cuyas
imágenes nos ocultan, a pesar de las lágrimas furtivas, a pesar de los viudos y
huérfanos, a pesar de los nombres y las historias que nos hurtan, os deseo a
todos un muy feliz Domingo de Ramos; por todos ellos. Porque volverá a reír la
primavera y cada mañana nos visitará el sol que nace de lo alto.
Llevamos ya unos meses de pasión antecediendo a esta Semana
Santa. Quiera Dios que caminemos unidos estos días para resucitar todos en Él.
Juntos, scalando en Familia.