No cabe duda de que estoy viviendo un período de gracia. Pero
por ahora soy un privilegiado por poder vivirlo así. No es lo mismo eso que
abrazarse a la cruz, que es lo que ya comienzan a hacer todas las personas que
empiezan a quedarse sin trabajo por causa de la pandemia del COVID-19. Ya empieza a hacer estragos económicos en muchas empresas y familias y también eso irá en
aumento.
Muertos por este virus más los que se registren o puedan registrar
como neumonías. E irán viniendo muchos más casos. Todo triste, muy triste. De
lo inevitable nadie tiene culpa, pero en el caso de España sinceramente creo
que desde el gobierno central ha habido una negligencia punible inmisericorde,
por no hablar de ocultar datos para seguir alentando manifestaciones multitudinarias
el 8 de marzo. ¿Que me gustaría verlos en un banquillo y juzgados? YA LO CREO
QUE SÍ. ¿Que pido para ellos el perdón del Todo Misericordioso? TAMBIÉN. Pienso en ellos y me aumenta la disnea...
No voy a contar aquí mi periplo desde las 7 de la mañana de
ayer llamando al 900102112, ni las llamadas infructuosas a mi centro de salud a
donde me derivaron por vía telefónica desde el número oficial. Fue surrealista.
Penoso y surrealista. Tampoco hablaré de mi paso por el Hospital de Puerta de
Hierro de Madrid, ni mi recepción allí, ni el trato en la primera criba.
Surrealista. Agradezco el trato recibido una vez pasado al nivel 2 Naranja, por
médicos y sanitarios. Especialmente agradezco el empeño de la Doctora Lobón de
mi Centro de Salud y hoy de la Doctora Concha Rodríguez también de mi Centro de
Salud. No hacen las pruebas porque no hay reactivos suficientes
como me han confirmado directamente esta mañama. Eso estaba claro, pero lo que no
soporto, lo que me saca de quicio es que me den excusas inverosímiles, que me
tomen por tonto. Que encima me lo traten de explicar médicamente como si me
fuera a tragar algo… En fin. Es lo que hay, no me planteo más. Pero lo de que me
tomen por tonto, no.
Yo estoy ¿aislado? en mi casa y perfectamente atendido por mi
mujer. Con una profilaxis escrupulosa. Por favor, si esto lo lee alguien, en
serio, manteneos en casa. No juguéis no ya con vuestra salud, no juguéis con la
salud de los demás. Podéis estar contagiando sin saberlo. Aquí no hay medias
tintas.
Dios nos acompaña. El señor nos acompaña. Pero soy un
privilegiado; no me siento aislado. Hoy rezo, y lo hago con una intensidad a corazón abierto por
aquellos enfermos que estén solos. Por los ancianos asustados. Quizás no lo
sepan, pero no están solos. Os animo a uníos en oración por ellos. Y por los enfermos
y por quienes nos cuidan. Y por los médicos y personal sanitario, y por los proveedores, empresas logísticas, de transporte y sus trabajadores.
Por otro lado, también confieso que me sorprende el rigor,
los escrúpulos y la falta de comprensión de algunos clérigos y laicos. Lo veo
en las redes sociales y me parece sorprendente en pleno año del Señor 2020. Sí,
año del Señor; suyo es, suyos somos.
Pongo como ejemplo los desvelos y lo que nos va retransmitiendo el Padre Patxi Bronchalo, de Valdemoro, foco azotado por este
virus. Encomiable hasta la extenuación. Un orgullo poder llamarle amigo,
hermano, padre. Él y muchos otros anónimos. Santos anónimos. Dándose a los
demás en situaciones extremas y críticas.
Yo no soy una persona de escrúpulo fácil, al contrario que mi
padre San Alfonso. Por eso mismo, aunque estuviera sano, no acudiría a la misa
dominical. Pero me parece duro dejar esa decisión sobre los fieles. Al menos
sabemos que en la diócesis de Madrid nos han levantado ese precepto.
Nada hay comparable ni tan hermoso y comunitario para un
católico como la Eucarístia; nada. Recibir el Cuerpo de Cristo, compartir con
los hermanos… Cierto.
No obstante, estamos hechos a su imagen y semejanza. Dios
está en los sanitarios que nos atienden y – por mucho que me cueste verlo- en los
gobernantes que nos han puesto a los pies de los caballos. Al Señor ahora más que nunca lo tengo palpable en mi mujer que
me cuida, en los ojos asustados de mis hijas tras las mascarillas. En las manos
que se nos ofrecen de amigos, y vecinos primos. Está en los médicos que me
llaman a diario concienzudamente desde el Centro de Salud. Lo está en los
ánimos a través de las redes sociales y las oraciones que nos brindan. No es sólo que esté ahí, es que eso es también una inmensa Comunidad. La inabarcable comunidad
de los hijos de Dios, estemos donde estemos.
No salir de casa en vano es hoy no tomar el nombre de Dios en vano.
Rezad, cuidaos, sed pacientes, fijaos en ese Dios prójimo, el próximo más
próximo que tengamos a nuestro lado. Somos una Comunidad generosa y solidaria.
Escribo esto mientras escucho que Matutes ofrece el Gran Hotel Colón para
convertirlo en Hospital ante la crisis o Quique Sarasola con Room Mate. Saquemos todos lo
mejor de nosotros mismos. Yo lo único que puedo hacer es ser un buen
paciente. Y rezar. Cierro los ojos y casi puedo oler el incienso purficando. Siempre rezando, siempre en gerundio.
Como recordaba ayer en Facebook Almudena de Maeztu, “volverá
a reír la primavera...”. Mientras tanto nosotros sabemos que nos visitará cada
mañana el Sol que nace de lo Alto.
#QuédateEnCasa #ScalandoEnFamilia
Un abrazo fuerte y mucho ánimo. Nuestra fuerza está en la unión. Gracias por tu testimonio
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