Anoche me acostaba con la triste noticia de la muerte de
David Gistau. No le conocía absolutamente de nada y, sin embargo, era alguien
cercano. Una de esas voces que me acompañan a diario en el programa de Carlos
Herrera en la COPE durante el largo trayecto en coche desde mi casa a la
oficina. Unos 45 minutos diarios cuando estoy en España. Voces que corresponden
a personas con historia propia, más allá de la actualidad que comentan o la
noticia que nos acercan.
La de Gistau era tan potente como sus ideas, como su verbo y
como su inteligencia. Eran mucho más numerosas las veces en las que estaba de
acuerdo con su opinión que aquellas que disentía. Hoy me conmueve su pérdida.
Me conmueve especialmente tras releer “Del Martini al meconio”, un artículo en
el que expresaba su miedo a morir joven para su hijo Luca, o escuchar su voz en
una más reciente entrevista en la que insistía en la preocupación de morir joven
para sus hijos. No quería que fueran, como lo fue él, unos adolescentes
enfadados con el mundo por haber perdido a su padre. Pido por él, que haya visto cara a cara a su Redentor. Y por su familia, por sus hijos. Os animo a unios.
En el citado artículo manifestaba su intención de dejar de
fumar, ergo hacer lo posible por cuidarse para los suyos.
Yo abandoné el tabaco hace más de un año. En ese tiempo
aumenté una considerable cantidad de kilos y actualmente me encuentro en
proceso de descenso. No obstante, no todo depende de nosotros. Hacemos lo que
podemos y lo mejor que creemos. Si yo actualmente me cuido es porque no me
seduce nada la idea de dejar a mi mujer viuda y a mis hijas huérfanas, no por
el miedo en sí mismo a la muerte, que es algo que tengo bien aceptado como el
paso definitivo. No he llegado al “muero porque no muero “de Santa Teresa, pero
trato de hacer lo posible en mi vida diaria para que la idea del tránsito no sólo
no me asuste si no que la vea como un descanso, un inmerecido regalo, confiando
siempre en la infinita bondad del Todo Misericordioso, del Redentor.
No me preocupa el recuerdo que deje tanto como el amor a mi
mujer y a mis hijas, a los míos. La solidez que haya sido capaz de hacer crecer
en las dos vidas que el Señor nos dio en custodia; que algo de Él hayan podido
ver en mí. Haber acertado a ser un tímido remedo de su Luz sería ya suficiente;
seminans ad seminandum.
Trabajemos, oremos y confiemos. Amando. Siempre en gerundio.
Scalando en Familia.
Empeño, esfuerzo trabajo, voluntad, son básicos. Pero nada
son sin ponerlos en Sus manos y dejarnos llevar mecidos por la fe y acunados
por la Esperanza.
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