Mucho, muchísmo tiempo después de su estreno, cumplidas ya
las 200 representaciones, ayer sábado tuvimos la suerte de ver ¡por fin! 33, EL
MUSICAL.
Creo que aún sigo en shock. Ni sé exactamente cuantísimos
amigos han ido -algunos incluso varias veces- a verlo. Muchos de mi comunidad
del Perpetuo Socorro o vinculados a nuestra #Familia #Redentorista, por aquello
de que alguien muy querido para nosotros interpretaba a San Pedro y al propio
Jesús. Otros, sin embargo, católicos de a pie o religiosos de otras familias, o
sacerdotes diocesanos. Casi todos hablaban maravillas, por un lado del musical en
sí mismo y, por otro de “nuestro” Damián Mª Montes CSsR, el padre Damián.
Alguna crítica hubo de gente sobre la que tengo una altísima opinión, pero que no
estaban muy satisfechos con el resultado de la obra desde el punto de vista
teológico o doctrinal.
Mucha, muchísima gente me ha escuchado o leído hablar siempre
de una manera positiva de 33 aún sin haberla visto. Para mí era un sencillo
acto de fe. Un sencillo acto de fe -que no me costaba ningún esfuerzo- porque
en el elenco participaba mi hermanito Damián. Desechaba las críticas de un
plumazo con lo que antes se llamaba la fe del carbonero, el “creo porque creo”.
Si actúa Damián, nada puede haber dudoso. Confieso que para mí eso era tan
importante como el espaldarazo de mi arzobispo. No había nada más que decir ni
opinar. Podemos ser muy distintos, podemos tener formas aparentemente antitéticas... eso es superfluo; el fondo es el mismo.
Sin embargo, la fe ciega en alguien a quien quieres puede
llevarte de bruces al suelo, darte un doloroso golpe y mostrarte cuán equivocado
estabas. Errar es de humanos, y la única confianza ciega se le debe al Señor. Pues
bien, ayer constaté una vez más que, poner mi confianza en estas cuestiones en
un hermano redentorista es ponerla directamente en el lado de Cristo y su
evangelio. No me equivoqué; únicamente me quedé corto. La única pena es que no
actuaba Damián. Yo no paraba de imaginármelo actuando.
El musical es de una calidad extraordinaria, los intérpretes
impecables y el texto del Padre Toño Casado de una sencillez, realidad,
actualidad y profundidad fuera de lo común. Es un verdadero auto sacramental de
la era moderna. Fuimos los cuatro con unos amigos y sus hijos – nos invitaron
ellos- y en el entreacto, mientras todos comentaban encantados, me preguntaron
mi opinión. “Hasta que no acabe no me pronuncio”. Llegó el segundo acto y el
corazón que había estado en tensión durante el primero, comenzó a acelerarse. Fue
una explosión brutal, descarnada y tremendamente delicada de Amor. Nos entusiasmó,
y ese entusiasmo cristalizó en las lágrimas de Toya. Toño Casado consigue una
presentación inteligible, fiel y actual de Jesús. Además, con una producción
cuidadísima. Todo el elenco es impresionante pero Christian Escuredo está inmenso.
El texto azuza, mueve y pincha a tirios y troyanos. Y cuando
azuza, mueve, pincha y puede incluso llegar a incomodar nos lleva a la
reflexión de un humilde examen de conciencia. No creo que haya nadie que no se
vea reflejado en el primer acto, en cierto sentido incomodado. Nadie. Ahí
entendí las críticas. Pero insisto en que una humilde reflexión no puede más
que llevarnos a un sano examen de conciencia.
La de ayer fue una tarde perfecta que nos dio la oportunidad
de compartir un rato con unas encantadoras hermanas Franciscanas de los
S.S.C.C. Habían venido desde Mataró para el jubileo del Cerro de los Ángeles – no
en vano esos S.S.C.C.- y aprovecharon para ver 33. De su mano, en concreto por
la navarrica de la cuatro, he podido conoces a su Beata Madre Carmen del Niño
Jesús. Las acercamos a su colegio de El Viso y en el trayecto pudimos compartir
los elogios comunes por el musical.
Si podéis hacer el esfuerzo, merece la pena. Os lo
recomiendo.
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