"Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se
le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará
ni en este mundo ni en el otro." Mateo 12, 32. De aquí infiero que hay
pecados que se perdonan en el llamado “otro mundo”, y que ya que la oración
llega a lo Alto es sano rezar por los difuntos. Por todos.
En casa, que somos muy raros, tenemos la costumbre de rezar cada
noche por quienes mueren solos. Sin distinción. Egoístamente, me reconforta
pensar que siempre habrá alguna familia rara, algún hombre raro, que rece por
los difuntos, aunque no los conozca, aunque nada tenga que ver con ellos, incluso
aunque en vida hubieran tenido sus rencillas. Es sano hacerlo en cualquier
caso, incluso más por aquellos más necesitados de la Misericordia divina. Todos
estamos necesitados de ella.
En 1975 yo era un niño de 9 años. Recuerdo perfectamente
estar frente al televisor -en blanco y negro- toda la familia viendo la
retransmisión de las exequias del General Franco. No era algo ni opinable, ni
discutible. Tuviéramos la edad que tuviéramos era algo que teníamos que ver; en
silencio y con respeto. Con verdadera esperanza e ilusión-reconfortante sensación de “por fin”- se siguió la proclamación de Don Juan Carlos y la misa
de Espíritu Santo. Yo sabía que de vez en cuando mi padre viajaba a un lugar
llamado Estoril, o que un tío de mi madre era miembro del Consejo Privado de
Don Juan de Borbón, el Rey (hasta que pocos años después vi a D. Juan III aparecer por
primera vez por casa de mis padres). Como sabía también que Franco no era un personaje ni simpático,
ni popular, ni especialmente querido; esto era muy común entre muchísimas
familias monárquicas (o lo común entre las familias realmente monárquicas).
Pero hasta ahí. Nunca nos han educado en el odio, ni en el rencor; eso era tan
implanteable como la falta de respeto por los difuntos, por todos los difuntos.
Comprendo que era otra época, otra manera de educar, pero no todo lo de
entonces es desechable, ni abominable, ni repudiable (de hecho hay mucho y bueno que deberíamos recuperar por el bien común).
Rezar por los difuntos. Por todos. En el día de los Inocentes
tengo el absurdo hábito de rezar por los inocentes y los maltratadores, por
martirizados y quienes les causan el martirio.... “lleva todas las almas al
cielo, especialmente las más necesitadas de tu Misericordia”.
Hoy, mientras comía en el restaurante del polígono cercano a
mi oficina he tenido la oportunidad de ver el espectáculo montado alrededor de
la inhumación de los restos de ese personaje que era tan poco simpático en mi
casa. Además, lo he visto a través de “la sexta” (eso ya es una cierta ironía
diaria para mi purificación interior). El gobierno en funciones, con sus ansias
insaciables de revanchismo feroz, ha conseguido que 44 años después yo vuelva a
rezar por el eterno descanso del alma de Francisco Franco. Ya he aprovechado
para rezar por los muertos de los dos bandos, por una rara avis familiar que
fue mi tío Arturo Casanueva (republicano quemado vivo por los republicanos por
defender como abogado a los presos del barco prisión “Alfonso Pérez” en el
Santander de la guerra). He rezado también por la Notario Mayor del Reino. No he
podido evitar hacerlo. Si algo me ha sorprendido de todo el espectáculo que nos
han querido mostrar desde el Gobierno en funciones, si algo me ha parecido
tremendo, ha sido el rostro de odio de esa individua; me ha recordado la imagen
de las caras sedientas sangre descritas en los relatos sobre quienes presenciaban con sus hijos los asesinatos de
nacionales en el Madrid de la guerra, madrugando para coger sitio. Alabo, eso sí, su discreto luto y que no llevara gafas.
He rezado también por la comunidad benedictina del Valle de
los Caídos; sólo Dios sabe qué será de ellos en el futuro inmediato mientras
todos callan. He rezado por mi Iglesia, por mi casta meretrix Ecclesia. Y por
todos los que hoy callan y quizás mañana lloren.
Ahora que lo pienso, Pedro Sánchez me ha puesto a rezar
muchísimo. ¿Alguien se anima conmigo a rezar hoy especialmente por sus “contrarios”?
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