El próximo mes de junio, en 2020, los P.P.
Franciscanos abandonan Santander.760 años después abandonan Santander. Una muy
triste, una tristísima noticia.
No quiero escribir con amargura, al contrario, con profundo agradecimiento. En realidad, es así como debe ser por esos 760 años de Vida y gracia derramadas en mi tierruca.
Muchos de entre ellos serán santos anónimos en el cielo, y a muchos habrán
ayudado a serlo.
Son tiempos complicados, no para la Iglesia -que también- lo
son para algunas Congregaciones o Institutos religiosos. Otros, sin embargo,
florecen con fuerza en su actividad y vocaciones. El Espíritu sopla, donde
quiere, sobre quien quiere y cuando quiere. Cierto, pero no basta. Creo que es
para hacérnoslo mirar.
No me sirve el argumentario de la sociedad infantil e hipersexualizada,
ni de cómo está el mundo ni los balones fuera. A veces se puede, incluso, ser
parte del problema.
¿Quién florece? ¿Cómo florece? ¿Por qué florece? ¿Por qué yo
no? No veo ni un ápice de autocrítica; ni uno. Es más, en ocasiones las conclusiones
que puedo escuchar no hacen sino profundizar la sima. Y en eso estamos todos,
por que Iglesia somos todos, los laicos incluidos. Pero nos tienen que dejar.
Del mismo modo que en la reciente nota de los obispos
españoles sobre la oración y los movimientos Zen, buenrollistas y mindfulness.
Está estupenda, la suscribo. Con algunos matices, porque a la confusión sobre
la oración, cómo orar, en qué consiste etc., se puede llegar desde adentro sólo
por querer ser super estupendo. Y, por otro lado, tampoco veo un autoreflexión
del por qué allí sí y aquí no. Hay que adaptarse a los tiempos. Y hacerlo sin
rebajar el nivel ni intelectual ni cultural de la gente. He llegado a escuchar “qué
horror en tal parroquia rezan el Anima Christi tras la comunión, eso asusta a
los niños” (esa parroquia está cuajada de niños, jóvenes y tiene para este
curso tres vocaciones al sacerdocio y una a la vida religiosa femenina nuevas,
no es por nada). Desde algún púlpito he escuchado con estupor críticas al
lenguaje de la Salve. Vamos, no leáis al Quijote, ni a los clásicos. Utilizad,
tres palabras, cuatro giros y pa’lante. Una cosa es adaptar el lenguaje a los
sencillos, como hiciera en su época San Alfonso, y otra el desparrame cultural.
Hay para todos; debe haber para todos. Sin excluir, sin señalar y sin recelos.
En fin, que no pasa más. Otros vendrán; o no. Esto empezó con
Uno. Luego con un puñado de mujeres y doce colegas. No hay más.
Quizás pueda servir de reflexión, de purificación. El compost
del que germinen nuevas vocaciones cuando Dios quiera.
En el caso de los Franciscanos, se van de Santander, pero
permanecerán en las montañas lebaniegas como custodios del Lignum Crucis. Al
abrigo del Madero y los montes. Quizás un día se den cuenta de que contar la
realidad del por qué está ahí ese trozo de madera, cómo llegó, para quién, para
salvaguardar el qué y protegerlo de quién, sirve ni más ni menos que para hablar
de la Verdad con claridad y sin complejos. Hablar con caridad, con bondad, con
benignidad evangélica; sí, pero con la rotundidad y claridad de la verdad. Ese
día, estoy convencido de que será el principio de la recuperación para todos.
Estas opiniones peculiares y personales mías. En fin, una
pena, pero que no pasa más. 760 años de historia, de evangelización, de
entrega. 760 años de Luz. ¡GRACIAS!
Como dice un amigo mío: el último en salir que apague la luz del
Sagrario.
Yo me quedo aquí, scalando en Familia. Hoy orando por los Franciscanos; os pido que oréis también. ¿Os unís?
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