El informe del gran jurado de Pensilvania ha sacado a la luz
las depravaciones sexuales con menores de una importante parte del clero de esa
diócesis. Crímenes deplorables cometidos con el halo de impunidad de ser
quienes eran los criminales. “"Pero al que escandalice a uno de estos
pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas
piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar".
(Mateo 18:6)
La gravedad de los delitos es, más allá del tipo penal,
injustificable y deleznable. Ojalá la justicia sea tan ejemplar con cada uno de
los delincuentes como ejemplar se suponía que debía de ser su conducta. “El
alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el
padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la
impiedad del impío será sobre él.” (Ezequiel 18:20). Los delitos individuales,
individuales y personales son cuando lo son. En este caso, como en tantos
otros, la perversión se eleva hasta límites insospechados por el silencio, el
compadreo, la connivencia. Uno lee las noticias y le da la sensación de estar
frente a una auténtica organización, un entramado diabólico para encubrir y
continuar delinquiendo, abusando de los más indefensos para satisfacer unos
impulsos sexuales deformados. ¡Qué profunda revisión es también necesaria en
materia y pastoral sexual! Urgente y necesaria.
Lo siento, pero que el portavoz del Vaticano mencione que no
se han encontrado “apenas casos después de 2002” me parece, cuando menos,
torpe. Las reformas de la Iglesia en Estados Unidos han reducido drásticamente la
incidencia de los “abusos” cometidos por el clero…. ¡FALTARÍA MÁS! El lenguaje
y la forma deben ser más, mucho más, muchísimo más duros, claros y
contundentes. Han de abrirse puertas y ventanas en cada rincón de la Iglesia,
de cada uno de los rincones en los cinco continentes. Abrirse, denunciar con
claridad, sin miedo y sin temblores de manos desde dentro. Caiga quien caiga,
porque si no caen todos, porque si se calla, se sigue encubriendo y siendo
cómplices de los criminales. Caiga quien caiga, por muy alto que sea; es mayor el
escándalo del silencio que el que pueda llegar a producir escuchar ciertos
nombres o cargos.
La petición de perdón está muy bien, es necesaria, pero no
tanto por los delitos individuales como por el silencio y la connivencia.
Eso sí, que se ponga el dedo sobre las manzanas podridas, no
sobre todas las manzanas. Cuando escucho en las noticias que un padre ha violado a un
hijo, yo no salgo con vergüenza a la calle, ni nadie me señala con el dedo. De
igual forma clérigos delincuentes lo son quienes delinquen y encubren, no otros.
Yo hoy pido por todas las personas que han sido víctimas de
abusos sexuales por parte de miembros destacados de mi Iglesia, sean
religiosos, sacerdotes, obispos, cardenales o laicos “comprometidos”. Pido a
Nuestra Madre del Perpetuo Socorro que interceda para que el Señor les conceda
la paz de espíritu necesaria para seguir viviendo con tranquilidad, la
fortaleza de espíritu necesaria para rehacer sus vidas. A las víctimas directas
y a sus familias.
Pido por esos criminales que, amparados tras una sotana, un
alzacuellos o unas zapatillas de deporte, siempre tras el halo de santidad de
lo que representaban, han destrozado y violentado a los más indefensos. Que
paguen con dureza su pena y alcancen la Redención que a todos nos ofrece
Cristo.
Pido por todos los buenos y sanos sacerdotes, religiosos y
laicos comprometidos de mi Iglesia. Que sigan sintiéndose fuertes y confortados
por la oración común. Cristo dirige la Iglesia en la que remamos todos. Mi
Iglesia.
No podía callar y seguir scalando en
#Familia.