No sé si os pasará a vosotros, pero hay ciertas canciones,
aunque sean pocas, que sólo con escuchar la melodía me llevan inmediatamente al
texto, me transportan a situaciones y hechos que comportan sensaciones
íntimamente ligadas a esa música. No puedo evitarlo; soy así de raro.
La música en la liturgia es importante en cuanto nos ayuda a
acercarnos al Misterio. Nos puede ayudar a centrarnos, a reflexionar, a orar, a
celebrar y a participar. Por eso mismo es importante en la Eucaristía, aunque
lo único insustituible son las manos del sacerdote, el pan, el vino y la
subsecuente presencia real de Cristo.
He participado en algunas celebraciones católicas en las que
he visto con envidia el color y el ritmo; me encanta el góspel, la música “movidilla”
y el gregoriano. ¡Qué le voy a hacer! Soy un poco “…aquel que ayer no más decía”,
de Rubén Darío. En mi parroquia disfrutamos de un coro sensacional en la misa
dominical de las familias, y otro espectacular en la animada por los jóvenes y,
sin duda, ayudan a conformar unas celebraciones especialmente intensas y
atrayentes.
Precisamente porque le doy mucha importancia a la música no
vería apropiado en la celebración de un matrimonio que la novia entrara por el
pasillo al son de “Pueblo mío, qué te he hecho”, o que se recibiera en el templo
a una criatura para ser bautizada mientras suenan los acordes de “La muerte no
es el final”. Llamadme raro.
Por eso mismo creo que no me veo en la fila de la comunión
mientras suena el ritmo de “Despacito”. Ahí, recordando instantáneamente el
estribillo:
“ Despacito
Quiero desnudarte a
besos despacito
Firmo en las paredes de
tu laberinto
Y hacer de tu cuerpo
todo un manuscrito (sube, sube, sube)
(Sube, sube)”
Que conste que me gustan música y ritmo, pero vamos, que me
parece un desatino usarlo en la liturgia. Ergo me parece un desatino el video
que ha tuiteado @prensaCEE (la Oficina de prensa de la
Conferencia Episcopal Española). Ese video termina con la siguiente afirmación:
“¡La música ayuda a celebrar y rezar mejor!”. Ya, obviamente pero, como digo, yo
no me veo celebrando la Eucaristía y…
“Quiero
ver bailar tu pelo
Quiero ser tu ritmo
Que le enseñes a mi
boca
Tus lugares favoritos
(favoritos, favoritos baby)
Déjame sobrepasar tus
zonas de peligro
Hasta provocar tus
gritos
Y que olvides tu
apellido”
Llamadme
rancio.
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