Como siempre estas palabras no responden más que a una
opinión exclusivamente personal, a un impulso de mi conciencia. Hoy quiero
pedir por España, realidad plurisecular y dejada al albur de la inercia
buenista durante demasiadas décadas. Sí, pedir por mi país.
La indigencia moral, la perversión moral ha llevado a que el
uso de la Enseña constitucional sea visto como un acto de agresión fascista. La
perversión moral ha llevado a que una parte, minoritaria pero significativa,
pretenda que el agredido se vea como atacante y opresor en un estado de Derecho
donde no debe primar más que el cumplimiento de la ley; nada más.
Mi pasado familiar está jalonado de apellidos catalanes, de
individuos que siempre han permanecido al servicio de la Corona y, por lo tanto,
de España: Coll, Amill, Mitjavilla, Besó… podría no tener fin y remontarme a muchos
siglos atrás. Sí, pertenecientes a la nobleza catalana, como los tengo
cántabros, gallegos, castellanos, vascongados, aragoneses, valencianos y
andaluces, muchos de ellos con incursiones generacionales desde el siglo XVI en
el Virreinato de la Plata y en Puerto Rico; militares, religiosos, médicos de
Cámara de S.M., conformadores junto al resto de los compatriotas de su época de
una realidad histórica incontestable. Con sus luces y sus sombras; ni soy
culpable de sus errores ni beneficiario de sus éxitos. La formación y
desarrollo de la Nación se ha ido llevando a cabo por el esfuerzo, el trabajo y sí, también la sangre, del conjunto de sus integrantes
a lo largo de los tiempos, y su evolución ha ido derribando injusticias y
aumentando -siempre de manera insuficiente- los niveles generales de
desarrollo e igualdad.
La necedad, la inmoralidad absoluta han venido por la
manipulación de la Historia a través de la educación. Eso que ahora llamamos
diálogo como paradigma de alcanzar la justicia absoluta no ha sido si no la
cesión al chantaje para alcanzar réditos políticos o económicos inmediatos. El
diálogo se ha de circunscribir al cumplimiento de la ley como punto de partida,
porque guste o no, en eso se basa el Estado de Derecho. Reddite ergo quae sunt Caesaris, Caesari et quae sunt
Dei Deo; sin más vueltas.
Hoy en día son muchos los españoles señalados, arrinconados
y marginados en algunas partes de España por el mero hecho de serlo, y lo son
por inocentes que han sido programados, manipulados y reorientados hacia
objetivos que, en realidad, les son ajenos. Apuntados en listas para identificarlos ante una eventual represión. Conforman una periferia sociológica
digna de ser socorrida, como cualquier otra. Pido por ellos como lo hago tantas
veces por quienes se sitúan en cualquier periferia existencial. Esos inocentes
agresores han sido educados en la creencia de una suerte de reino de Narnia
existente sólo en el imaginario de quien lo ideó. No es su culpa. Es culpa de
quien lo gestó, de todos y cada uno de los gobiernos que lo permitieron y de
todos los que en alguna ocasión votamos -aunque fuera de buena fe- a cualquiera
de esos gobernantes. El mal menor ha resultado ser un mal de dimensiones
difíciles de calcular.
En la Alemania nazi no solamente calló el pueblo,
participaron también intelectuales y miembros de la cultura con un
convencimiento enfermizo. Fueron ellos quienes arrastraron y reeducaron al
pueblo hacia la aniquilación y el horror absolutos.
Mi conciencia me impide callar como lo hicieron otros en
otras épocas. Me niego a que me insinúen que el uso de la bandera
constitucional es un acto represivo y a asumir que me propongan la idiocia
buenista de una bandera blanca es operativa en nuestra España de hoy.
Cuando hay atentados siempre pido por las víctimas y por los
asesinos, como pido por los niños abortados, y a la vez y con la misma
sinceridad de corazón, por sus madres y el personal sanitario que participa en
esos horrores.
Hoy pido por los españoles marginados, por los inocentes que
los marginan. Pido una oración por España. Y como toda oración ha de salir del corazón y sin contaminar con partidismos ni ideologías. Pido a los Beatos mártires Redentoristas de Cuenca, a Santiago apóstol y a la
Virgen del Pilar que intercedan por nuestra Nación. Mi oración va acompañada por el agradecimiento a todos aquellos que se la juegan por defender los derechos de todos, por quienes también pido. Scalando en Familia, pido
que el Perpetuo Socorro de María nos alcance a todos. Que Dios nos ampare.