Alguien ha publicado por Facebook un texto en el que se
declara racista por una serie de motivos que nada tienen que ver con el
racismo. Es más, el texto en sí mismo, en el fondo, va en contra del propio
racismo.
En el postulado de sus motivaciones hay muchas que se pueden
compartir, y se comparten por el común de los mortales. Aunque sea un grito
desesperado o irónico, es una aseveración desafortunada que me niego a
compartir, a pesar de que haya quien me ha instado a ello. Me niego a publicar,
ni en broma, que soy racista. Por el simple hecho de que no lo soy. Va en
contra de mis creencias más firmes, de mi religión y de la propia historia de
nuestro país, formado por invasiones de múltiples orígenes. Me siento orgulloso
de dónde vengo, aunque en las cartas de hidalguía conservadas en casa de mi
madre se pueda leer alguna frase estandarizada que hoy causaría escándalo. Es
parte de la historia y de lo que ha ido conformando una nación y la defensa de
la fe, que en el caso de España han ido unidas hasta hace apenas unos granos de
arena…
Ni quiero ahora hacer historia, ni hacer política o
partidismo aquí; entre otras cosas porque no pertenezco a ningún partido.
Soy de Santander, Cantabria, donde se enarbola con orgullo a Coroccota
como héroe de la resistencia frente a la Roma de Augusto. En fin, un hecho
histórico cierto pero ¿qué habría sido de nosotros sin Roma? Fenicios, suevos,
vándalos, alanos… ¿Cómo seríamos sin el mestizaje, único en la historia, con
los pueblos indígenas de América? ¿Y si Recaredo no se hubiera decantado por el
catolicismo en el 586 frente a los arrianos? Somos un producto de la Historia.
De haber sido otra a saber qué habría sido de nosotros. Sólo tengo algo claro:
hoy no habría un Papa argentino hablando español en el Vaticano.
Todas las invasiones siempre han sido inicialmente
combatidas; todas. Hoy pueden ser ideológicas y, el racismo es una de ellas. Unas vencieron por la fuerza de las armas y otras, además,
por la razón de una civilización superior y culta. No todas vencieron, aunque
sí dejaran influjo y mestizaje. Como ejemplo, éste verano he tenido la suerte
de poder ganar el jubileo lebaniego. En Santo Toribio de Liébana se conserva el
que, según la tradición, es el trozo más grande de la Cruz de Cristo. Fue
llevado en el s. VIII al abrigo de esas montañas, lugar de seguro refugio frente a la
invasión musulmana, como didácticamente nos explicó el franciscano durante la
celebración, obviamente sin escándalo alguno por parte de nadie.
¿Racista? Categóricamente NO. Vivimos en una época de cambios
rápidos. Es la que me ha tocado, aquella en la que el Señor quiso colocarme, no
como espectador si no como partícipe y transformador del mundo, de mi mundo.
Habrá cambios que yo no veré, pero previsiblemente sí lo harán mis hijas. A mí,
junto a mi mujer, me corresponde educarlas y formarlas no para que se “preparen”
para esos cambios, no para que “aprendan” a vivir en el mundo que les ha
tocado, para nada. Nos toca educarlas para que sean partícipes, coformadoras y
motor de ese mismo mundo. Conociéndose a sí mismas, de dónde vienen, cuál es su
historia. Y por la Historia de su país, gracias a Dios, se ha llevado la
Palabra a un mundo nuevo en su momento, y se ha contribuido a que la Buena
Noticia pueda llegar a todos los rincones del orbe. Sin ese paso previo, la
experiencia personal con Cristo… ¿le habría llegado a alguien? Nosotros, mi
pequeña familia, tratamos de seguir contribuyendo a ello, y hacerlo en Familia y
bajo un signo concreto: Redención.
¿Racista? No lo soy ni entiendo que nadie pueda serlo. Hoy,
festividad de Santa María Virgen, Reina, pido para todos su Perpetuo Socorro.
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