Cada vez que veo una noticia referente a alguna celebración
del Año Jubilar de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las
Escuelas Pías, vuelvo al colegio. Me hago un niño y me veo en la capilla de los
Escolapios de Santander rezándole a Calasanz; o sin decirle nada. En absoluto silencio,
simplemente estando. Muchas horas, muchísimos recreos incluidos; conversaciones
entre Calasanz y yo. Conversaciones entre el Señor y yo en presencia del santo; confidencias, desahogos, peticiones, agradecimientos.
Con el tiempo descubrí, ya mayor, que incluso ese silencio era la oración de un niño y
luego de un joven. Mis particulares “visitas
al Santísimo”… Y no he vuelto a esa capilla desde que salí del colegio al
finalizar 3ª de BUP… ¡Qué pena…!
Yo he crecido y me he formado no ya entre escolapios, lo he
hecho a los pies de Calasanz y bajo su mirada. Por eso hoy, ante cualquier
noticia del Año Jubilar, cierro los ojos, vuelvo a Canalejas 6 (sí, entonces
era el número 6), entro en la capilla y rezo. Cierro los ojos y recuerdo desde
voces a olores; casi puedo ver al P. Fabián en el confesionario o en la
sacristía regalándome frasquitos de agua bendita. ¡Lo que ha llovido! Me alegro
y me uno en la oración. Aún rezo con mi primer rosario, uno sencillo de cuentas
negras que compré en la “librería” del colegio cuando estaba en 3º de EGB; todavía
conservo, hoy raída por el tiempo y el uso, la estampa de Calasanz que me dio el
P. Manuel Álvarez. Esa estampa recibe a quien entre en mi casa junto a la
Perpe, Alfonso, Clemente, Gerardo… todos alrededor de una talla de la Virgen que
fue de mi suegra. En Familia, Scalando en Familia desde Peralta de la Sal…
Me alegro de las celebraciones. Doy gracias a Dios de que las
redes cruzaran en mi vida, de la mano de José Fernando Juan, la de Santi
Casanova y su familia. Una familia de
laicos Escolapios que viven de pleno el carisma calasancio conformando la
Comunidad de Salamanca junto a los consagrados. Santi, Esther y sus tres hijos son una bendición, un escuadrón de luciérnagas. #MisiónCompartida La Vida es
algo más que un caprichoso juego de casualidades.
Y la tradición oral y mi morriña que han hecho que mis hijas
sepan casi de memoria “Las campanas…” aunque vayan a un colegio del Opus.
Y en mis momentos de tribulación, junto a San Alfonso,
siempre estuvo Calasanz; como san Alfonso meditaba la vida de Calasanz en los
suyos con la Congregación. Y de mis peculiares visitas al Santísimo, a las
suyas…
Cuántas gracias le doy a Dios por su vida y la de sus hijos.
Hoy rezo también por ellos y animo a hacerlo a quien lea esto. Pues eso, que “Gloria y honor, gloria y amor a Calasanz…..” y ¡GRACIAS!
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