El pasado sábado fuimos en familia a ver “Lo que de verdad importa”. La película,
dirigida por Paco Arango, es totalmente benéfica. El 100% de lo recaudado irá,
a través de la Fundación Aladina, a campamentos especiales para niños con
enfermedades graves. Serious Fun Chilndren’s Network fue creada por Paul
Newman. Sin duda tanto Paul Newman como Paco Arango, podrían no haber hecho
nada, haberse dedicado legítimamente a llevar una apacible vida tranquila, con
lujos, sin quebraderos de cabeza, sin preocupaciones. Sin embargo tanto uno
como otro decidieron dedicarse también a lo que de verdad importa, a los demás,
a dar vida. Como tantos otros anónimos que entregan esfuerzo, tiempo y capital
a los más desfavorecidos. Sin demagogias.
Hay grandes anónimos, pero quizás sea tiempo de dejar el
anonimato y, no por orgullo o soberbia, si no con la misma humildad que les
llevó a estar ocultos, salir a la luz para animar a otros. Y así, luz a luz, iluminar
como luciérnagas a los más débiles. Muchos de quienes lo hacen son denostados,
porque siempre hay gente a quien nada le parece suficiente, pero incluso así se
lo toman con la alegría de quien es perseguido por Su causa; y en silencio. Yo me pregunto qué hacen de verdad por los demás tantos minúsculos soberbios...
A mi mujer, a mis hijas, a mi madre y a mí la película nos
entusiasmó. Una película sencilla, inspiradora, alentadora, exenta de almíbar;
va directa a lo que de verdad importa… No dejéis de verla todos aquellos que
tengáis la oportunidad, y no solamente porque estaréis contribuyendo a una
buena causa, o porque pasaréis un rato agradable; saldréis inspirados y
reforzados.
La película la vimos en CINESA Santander, y salimos de la sala atravesando el centro comercial (El corte inglés) hacia el parking. Ya
iban cerrando los departamentos, pero quedaban abiertas cafeterías y aún había
mucha gente, formando especial revuelo ya que se iba bordeando la hora del cierre. Me agobian un poco esas aglomeraciones, la verdad. Yo caminaba con
mi madre y mis hijas iban delante con María. Un niño pequeño, de unos cuatro
años, con un peluche en su mano derecha iba corriendo desorientado gritando “mamá,
mamá…”. Solté el brazo de mi madre y fui a por él (hay que ver lo rápido que
puede correr un niño pequeño), lo mismo hicieron mi mujer y mis hijas. Lo cogí
en brazos. No estaba especialmente asustado, pero sí perdido y un tanto aturdido. Le pregunté su
nombre, pero solamente decía “mamá, mamá…”. Con él en brazos fuimos a buscar a
algún responsable del Centro Comercial, y finalmente se lo entregamos a una
chica, aunque costó porque no quería irse con nadie; se aferraba a su primer rescatador. Fue la mejor opción. De
vuelta hacia el parking nos íbamos fijando por sí veíamos a alguien buscando a
un niño. Pero no fue así.
Perdido y hallado en el Centro Comercial; angustiosa Estación para unos padres. Seguro que ese pequeño estará con su familia. Por ello rezan desde entonces mis dos hijas; y por los niños enfermos de cáncer. Cada noche los encomendamos al Perpetuo Socorro de María.
Entre todos, en casa, en nuestra Comunidad, en el colegio, cada vez más con su propio criterio, mis hijas van aprendiendo lo que de verdad importa. Scalando en Familia.
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