Desde Oriente, magos, sabios, en camino siguiendo una estrella. El
viaje es largo, los camellos van acusando el cansancio y la falta de agua. Sin
embargo, la Estrella brilla con fuerza más que suficiente. La fe les mueve; les
mueve la propia búsqueda de Jesús. Ese Jesús que se muestra, ya desde su nacimiento, también como un
“lugar”… “con Él y en Él…”. “Con Él y en Él” nos dice el sacerdote en la doxología
final de la plegaria eucarística mientras sostiene, elevada, la Forma.
Nos cuenta Mateo cómo la Estrella, la Luz, les precedía hasta
que se detuvo sobre el lugar donde nació. Encontraron a María con el Niño. Nada
dice de José; la discreción de José es tan exquisita como para no figurar ni
siquiera en esa escena.
Y cuando entraron, “postrándose”, lo adoraron. Postrar, según
la RAE: “Arrodillarse o ponerse a los pies de alguien, humillándose o en señal
de respeto, veneración o ruego.” … en
señal de respeto, veneración o ruego. O las tres juntas. Llegaron a Él y
postrándose lo adoraron. Si ellos, sabios, se postraron a adorarlo ¿quién soy
yo para no hacerlo cuando, por las manos del sacerdote, se nos hace presente en
cada Eucaristía? Oro, incienso, mirra…
Un camino largo, cansado. Me habría gustado escuchar algo de sus
conversaciones –esa parte de cotilla curiosón- aunque siempre nos queda
imaginárnoslas. O escuchar su silencio, meditar con su silencio mecido por el
viento y el silbo de la arena. Una melodía de fe, Esperanza y Salvación. Es
Lucas quien nos habla de salvación al narrar el anuncio del Ángel a los
pastores: “…os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO
el Señor.” El silencio de Dios que susurra al corazón de cada hombre. La Esperanza y la Fe mitigan el cansancio hasta anularlo.
La escena la tenemos clara. Pero ahora me pregunto cuál es
nuestro viaje, mi viaje y el tuyo. Desde dónde partimos para acudir a adorar al
Niño. Qué alforjas llevamos. Qué lastre vamos soltando como naderías
existenciales… ¿Qué regalos le ofrecemos?
Ya casi podemos escuchar a los camellos, si la excitación
creciente de los más pequeños de nuestras casas, nos deja. Los rostros
infantiles van adquiriendo la tonalidad sonrosada de la emoción y sus ojos
irradiando la luz de la ilusión. Pero… ¿les enseñamos de verdad qué es lo que
movió a los Magos, a Quién buscaban…?
Son sólo preguntas. Seguro que todos tratamos de ir
conjugando de la mejor manera ilusión, inocencia y fe transitando por el vértice
invisible que forman la infancia y la edad adulta.
Nosotros ya hemos entregado la carta y los nervios van en
aumento. Va quedando menos. Están cada día más cerca. Nervios en Familia. Vosotros ¿no estáis nerviosos? ¡Ojalá nunca perdamos esos
nervios…!
No hay comentarios:
Publicar un comentario