La misa de las familias en PS ha estado presidida hoy por el
P Antonio Roncero. Cada vez que le toca a él presidir estas Eucaristías
demuestra que la edad nada tiene que ver para atrapar a infantes y mayores,
para cautivarnos con unas homilías enriquecedoras y ejemplares. Ver las caras
de interés de los más pequeños, sus ojos abiertos de par en par escuchando cada
una de sus palabras y, lo más importante, pendientes primero de la Palabra, es
la imagen viva del fruto de un misionero curtido en tierras peruanas y
españolas y de la benignidad pastoral marca de la casa.
En el presbiterio suele estar también, presida quien presida,
otro redentorista ya mayor, el P Generoso García Castrillo misionero por
muchísimos rincones de América y España. Misionero y un poeta y escritor extraordinario
que ha firmado casi todas sus obras con el seudónimo de Astor Brime. Y continúa
haciendo misión con su sola presencia. Cada noche, desde que el domingo pasado
les regalara a mis hijas, dedicado, un ejemplar de “A
las Glorias por el Rosal de la Salve”, finalizamos los rezos nocturnos con una
oración suya.
Hoy ha sido el día de la Infancia Misionera, y el P Roncero
nos ha leído la carta del Cardenal Osoro a los niños de la diócesis. Yo he
recordado cuántas veces don Carlos nos ha contado cómo en nuestra Cantabria
natal, siendo él un niño, fue durante una misión Redentorista cuando dijo por
primera vez que quería seguir a Jesús, aunque ese sentimiento infantil se
materializara en una vocación tardía. Y el lema de este año es ¡Sígueme! No he podido evitar pensar en
cuántas vocaciones han surgido alentadas por las vidas entregadas de tantos
misioneros Redentoristas a lo largo de nuestros 284 años de historia; cuántas
salvaciones a sus espaldas, cuántos hombres y mujeres de los cinco continentes
han podido conocer a Cristo gracias a tantos hombres que han sido palabra,
ejemplo, semilla, tierra, abono y agua para tantos. Además de nuestros santos,
beatos y mártires, la Iglesia del cielo está llena de santos anónimos de la Congregación
y por la Congregación. Admiración, agradecimiento, orgullo y responsabilidad.
Viendo a tantos niños en misa he pedido por ellos. Son niños
misioneros, cada uno de ellos. A su manera; inconscientemente unos, y otros, a su manera, con
plena consciencia. Pero lo son. He pedido por ellos y en ellos por las vocaciones
Redentoristas; por la vocación personal e individual de cada uno de ellos. Don Carlos tuiteaba el pasado día 20: "Cristo llama a quien le parece, para acompañarlo y enviar a anunciar la Vida. ¡Qué gracia has tenido sin buscarla!" Un
carisma que crece con los consagrados y con los laicos; en los consagrados y en
los laicos. Un carisma que crece en la misión, en las familias, en las redes, en el mundo.
Un carisma que se expande allá donde esté un Redentorista. Infancia misionera. Las
caras de estos niños hoy al salir de misa eran un Anuncio realmente explícito de la Vida; sus ojos
gritaban al mundo, quizás sin saberlo, que en Él la Redención es abundante. Copiosa Apud Eum
Redemptio.
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