Compruebo últimamente que hay
quien no lleva muy bien la popularidad de los miembros consagrados de la
Iglesia. No voy a entra a valorar opiniones particulares. Desde el respeto cada
uno es muy libre de tener las suyas.
A mí me parece extraordinario que
existan caras visibles, de éxito y con elevada popularidad de sacerdotes y
religiosos que se exponen regalando sus dones al servicio del reino. Todo
aquello que es humano es, sencillamente, divino. Cuestión de dones y de
vocaciones. Y atraen, acercan a alejados, descubren a quienes no conocen,
muestran diferentes caras de una misma Iglesia.
Cuando los ejemplos corresponden
a otra época, como Calderón de la Barca, Vivaldi o el propio Hilarión Eslava,
no hay problema. Cuando los ejemplos son contemporáneos no lo ven con los
mismos ojos. No sé, quizás en el fondo late el inconsciente de las
inseguridades.
Xiskya Valladares, Daniel
Pajuelo, Damián Mª Montes, Isabel Guerra son simplemente ejemplos
extraordinarios de distintos ámbitos que muestran la Iglesia de una manera
diferente. Atraen, comunican, acercan la Palabra. No actualizan la Palabra, la
cuentan con un lenguaje inteligible para muchísimos que no lo entenderían de
otra manera. Con la comunicación, la música o la pintura.
No adaptan el mensaje, no
tergiversan la Palabra. Utilizan sus dones. Me parece extraordinario y
generosísimo. En el fondo me recuerdan a los esfuerzos de otro cura, Alfonso,
por utilizar en sus homilías un lenguaje que el pueblo pudiera entender, llano,
directo y al grano; un lenguaje que hizo que sus obras literarias se
expandieran con una rapidez inusitada, alejado de los circunloquios y
barroquismo de su época. Hoy en día ese cura, Alfonso, es doctor de la Iglesia
y patrono de moralistas y confesores.
Aplaudo a aquellos que se
exponen, que atraen y acercan. No todos conocen, no todos entienden y no todos
están preparados para lo de siempre. Es la realidad de nuestro mundo, complejo
y con múltiples realidades.
No comprendo que haya nadie en la
Iglesia que pueda estar en contra de propagar la Palabra. Y de su propia
exposición, del propio regalo de sus dones, van surgiendo vocaciones. Eso es un
hecho real. Así que ¡GRACIAS!
Muchas gracias Enrique. Sigamos dando vida!
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