Cuando la sonrisa se te escapa del cuerpo y los ojos iluminan
cuanto miran, todo va bien. Así se muestra habitualmente mi hija Paula, y así
brilló de manera especial el 13 de agosto. Era la festividad de la Virgen del
Campo, patrona de Cabezón de la Sal, el pueblo de sus mayores. Y era el día de
su Primera Comunión. Feliz. Estaba feliz y plenamente consciente de lo que
habría de hacer, de lo que iba a ocurrir.
Cuando celebras las cosas rodeado de la gente que te quiere,
en familia, la alegría se expande porque es compartida. Cuando el sacerdote
también te quiere pues, en fin, pasa lo que pasa, que la ceremonia descubre el
Misterio en una reunión familiar, y eso es lo que consiguió Jorge charlando con
Paula. Le conoció cuando apenas tenía dos años y este verano cruzó una vez más la
Península. Una ceremonia sencilla, profunda, normal y divertida. Cargada de
Amor. Y también de símbolos...
Los símbolos me parecen importantes. Siempre lo son. Tuvo la
suerte de poder comulgar por primera vez en una capilla ligada a su familia
desde tiempo inmemorial, de hacerlo llevando el mismo traje con el que comulgó
en el mismo lugar su abuela materna que la acompañaba desde el cielo.
Frente a ella, sobre el Altar, coloqué la Cruz Redentorista y un Icono de
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Los recordatorios eran de la Perpe y un
dibujo de Antonio Puerto con el corazón ya marca de la casa de Damián. Insisto
en que los símbolos son importantes, entre otros motivos, porque contribuyen a
hacer presentes a los ausentes. Todo pensado; de la espontaneidad arrolladora
se encargaron Jorge y Paula. Y de la música Manuela, Dori y Almudena; Ps en
Cabezón… Impagables. Una guitarra y sus voces hechas oración. Sin más y sin
necesitar más; como cada domingo en Ps.
Son importantes, pero son eso, símbolos. Lo central, lo
fundamental, es el milagro que con las manos del sacerdote ocurre en cada
Eucaristía: Cristo se nos da de nuevo, y para mi hija pequeña fue la primera
vez. Una de las pocas veces que comulgará con pan, porque no tolera ni la
mínima cantidad de gluten que contienen las formas mal llamadas “sin gluten”.
Lo hará –lo hace- habitualmente con vino, en el “mini cáliz” que le regaló mi
madre. Siempre en gerundio, sorteando obstáculos...
Todo sencillo, natural y lo más normal del mundo. Viendo ahora
las fotos, viendo su cara… sólo puedo pedir que nunca pierda esa sonrisa, esa
ilusión, esa espontaneidad que la acompañan a cada paso. Dios nos encargó a su
madre y a mí que fuéramos los custodios de Paula. Y ahí vamos, haciéndolo lo
mejor que podemos. Padres en gerundio de dos hijas estupendas y otros dos que
nos cuidan desde Arriba.
Hoy, un sacerdote del Arzobispado Castrense, el P José María @paterjm,
me ha etiquetado en Twitter en una foto preciosa acompañada de la siguiente frase:
“El largo camino de la enseñanza se abrevia mediante el ejemplo”. Cierto, pero
me ha hecho recapacitar en mis debilidades como padre. Me quiero consolar
pensando que cada vez que ves caer a alguien, si a continuación lo ves
levantarse al menos puedes obtener el ejemplo de la perseverancia.
El 13 de agosto fue un día feliz, compartido. Un día por el
que dar incesantemente gracias a Dios. Unos padres agradecidos, en gerundio y
acompañados: scalando en Familia.
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