“Abandoné la Iglesia cuando tenía 16
años por culpa de un catequista”. Hoy he escuchado esta frase. No la he
escuchado simplemente, yo participaba en la conversación. Una charla de café
tras la comida entre compañeros de oficina.
La autora de la frase es una chica
brillante, culta y una trabajadora extraordinaria. Lo que es más importante es
que es una buena persona. Tiene treinta y dos años, luego ha transcurrido media vida para ella
desde entonces. Se lamentaba de haber abandonado la Iglesia. Hasta entonces iba
a misa cada domingo, participaba en los grupos de su parroquia desde pequeña
donde se lo pasaba fenomenal; amigos, gente divertida, camaradería, y muchísima acción
social. Ella no fue la única. Me interesé sobre cuál había sido el problema con
ese nuevo catequista y, la verdad, me quedé perplejo: les puso a rezar.
Hice un par de reflexiones y guardó
silencio. Me sorprendió su afirmación porque yo estoy acostumbrado a todo lo
contrario, tanto en PS como en cualquiera de las parroquias, iglesias o
santuarios redentoristas. Tampoco conozco nada parecido en los movimientos,
parroquias o congregaciones a los que pertenecen amigos, hijos de amigos o
familiares. Me dejó perplejo.
Grupos estufa llenos de actividad y
vacíos de contenido= vacío. Todo me recordó al Papa cada vez que nos recuerda
la diferencia entre una ONG y la Iglesia. Por supuesto que “el que no está
contra nosotros está con nosotros”, lo sabemos. Sin embargo, ni los niños ni
los jóvenes son tontos por ser niños o jóvenes; todo lo contrario, son
esponjas. No enseñar a los niños a orar desde bien pequeños es fomentar la
oquedad espiritual, y la oquedad espiritual lleva al vacío existencial. No
enseñar a orar a niños y jóvenes en una parroquia es… ni sé qué es ese tipo de
parroquia. Enseñar a orar es enseñar al individuo a relacionarse desde lo más
íntimo con su Creador; enseñar a orar a un niño es enseñarle a relacionarse con
el Amigo más fiel que jamás tendrán. Ir formando a los niños en el conocimiento
de la fe y la oración es darles las armas para que puedan encontrar su propio
sentido. De ahí se derivarán, o crecerán en paralelo, la solidaridad, la acción
social, la fraternidad. Fraternidad de todos, hermanos en el Redentor; todos
hijos de un mismo Dios.
Enseñar a orar de manera individual y
comunitaria, aprendiendo así el valor de la comunidad cuyos miembros se
sostienen unos a otros, cuyos miembros se ponen en movimiento para ayudar a
otros. Y todo ello divertido, y con alegría. Superando umbrales de frustración
y aprendiendo lo que es el dolor, pero con alegría. Sobrellevando cruces
siempre con el asombro de la Redención.
Ni se puede catequizar con el
oscurantismo ni se puede catequizar con el buenrollismo vacío. Eso no es
catequizar; en un caso es atemorizar y en el otro entretener.
Hoy me acostaré rezando por ella, por ese
catequista y por los jóvenes de tantos puntos de España que pasan estos días en
el monasterio de El Espino acompañados por Redentoristas ¡Qué suerte tienen!
Hoy mismo, a través de un tuit, me he
topado con el artículo que os dejo aquí abajo. Está en inglés, pero viene al pelo
para la entrada de hoy. De él me quedo con su último párrafo:
“My hope is what’s getting cool is to take
our faith in Christ seriously and not to retreat into our arguments or
doctrine, but to, together, follow Christ into a faith and lifestyle that can
change the world”
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