Acabo de leer una entrevista realizada a
la genial actriz Lola Herrera con motivo de la concesión del Premio Madrid 2016
a toda una vida. En ella afirma que “una
vida no basta para hacerlo todo”.
Me ha hecho pensar. Una cosa es querer
hacer todo lo que puedas, y querer hacerlo con honestidad, rectitud y entrega.
Pero hacerlo TODO…, no sé. Me da la sensación de que esa pretensión que en
ocasiones tenemos de hacerlo todo, en el fondo, encierra un enorme ego.
¿Hacerlo todo? No. Yo soy más de hacer
lo que pueda, lo mejor que pueda, de la mejor manera que alcance. Pero sé que
no puedo todo. La verdad, es tan pesado el fardo de mis debilidades y lagunas
que ni se me pasa por la imaginación. No me siento ni mejor ni peor que nadie;
simplemente soy consciente de quién y cómo soy. Mejorar cada día, pasito a
pasito; a veces con alguna zancada. En ocasiones con monumentales caídas. Pero
hacia adelante. De ahí a pretender ser un diosecillo creo que hay una
inmensidad; una inmensidad conceptual.
Pero su frase me ha hecho pensar. Admiro
el trabajo de Lola Herrera. La he visto y sinceramente la admiro. Ahora,
además, le agradezco que me haga pensar. Agradezco afianzarme en el
convencimiento íntimo de que en el plan de Dios no entra ese “hacerlo todo”,
así de manera individual. Hacerlo todo entre todos ya es otra cosa. Y aquí
entra el espacio/tiempo. Hacerlo todo entre todos a lo largo del tiempo y de la
historia. Pero ni aun así.
Uno no alcanza el máximo solo; lo hace
con otros. Ni siquiera entre todos se alcanza todo. Ese todo es la plenitud, y
solamente se alcanza en Dios; en y por Él. Esos dones que del Espíritu tenemos
individualmente nos hacen avanzar en conjunto; esos diosecillos que tenemos
cada uno nos hacen caer y retroceder. Pero el mundo avanza; el Espíritu avanza.
Sí, “todo
lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4, 13), ya. Pero lo que puedo es soportar mis propias debilidades,
fracasos y contrariedades. Y con alegría. Todo lo puedo porque en Él sé que
encuentro la fuerza, la Esperanza y la Redención. Eso es diferente.
Así que ahí vamos, en Cristo, scalando
en familia. “Ahí en medio…” con la mano
extendida, en el mundo, con el corazón levantado y adelante. En gerundio.
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