Acabo de tener un momento completamente
cotilla. He estado observando en twitter una conversación iniciada con la
siguiente pregunta: “¿De qué sirve enamorarse, para qué, por qué?”
Ahí estaba yo, como mirando por el ojo
de una cerradura, sin intervenir. Divertido.
La verdad es que eso de… “de qué sirve”
me parece que encierra un cierto utilitarismo. Es como decir: ¿qué voy a sacar
yo de esto de enamorarme? No sé, soy raro. Eso sí que es una certeza.
¿Por qué? Pues porque es un regalo. Sí,
soy así de simple.
¿Para qué? Para relegarte, olvidarte de ti
y ser en el otro. Esto imagino que no será muy popular por aquello de tener tu
propio espacio –que es necesario- y esas cosas.
Somos hijos del Amor, pensados por el
Amor, creados por el Amor, luego estamos hechos para amar. Todo sacerdote, todo
religioso es un enamorado en estado puro, pero sospecho que la pregunta no iba
por ahí. Creo que se refería al amor de pareja, que es también Amor; así, con
mayúscula.
Ese Amor, ese enamorarse y ser
correspondido no es otra cosa que un regalo. Ese es mi caso. Yo no buscaba
enamorarme, no elegí enamorarme. Pero el Señor me regaló a María y… cuatro
hijos después (dos en el cielo y dos aquí) sigo enamorado. Un regalo que hay
que cuidar, mantener, cultivar. Lo primero que supone ese regalo es olvidarse
de uno mismo para centrarse en el otro. Un regalo que es una misión, la misión
primera de cualquier marido o de cualquier mujer. Misión hacia el otro y hacia
el propio matrimonio; misión hacia los hijos si se nos regalan; misión hacia
los demás, porque cualquier matrimonio cristiano debe ser ejemplo de lo que es.
Propagación del Amor por el ejemplo; evangelización conjunta con la vida diaria
de cada matrimonio. No es más que un camino; no es más que la Vida misma.
Pero no es una película de Walt Disney.
La propia vida vapulea, presenta problemas, hace surgir inseguridades, aflora “yoismos”
descarnados. Es la propia formación como persona de cada individuo, la propia
historia personal, la que hará que encaremos las distintas situaciones de una u
otra forma. Es la propia solidez del fundamento de cada matrimonio, la Roca
Firme, la que capacitará al matrimonio a solventar los problemas.
Cuando es el bien del otro, la felicidad
del otro, lo que te hace feliz, pue eso… ahí está el primer indicio de que
estás enamorado. Las mariposas lo son, pero también pueden ser zarpazos cuando
el dolor del otro te duele más que el propio.
Ensamblado, firme, y con dos voluntades
empeñadas al unísono; luego pueden o no venir otras misiones. Ahí vamos,
scalando en Familia; día a día y en gerundio.
¿Que para qué? ¿Y si digo que cuando ese
enamorarse es correspondido y plenificado “sirve” para alcanzar la santidad…?
¿Me llamaréis ñoño…?
Y todo esto por ser un cotilla.
Yo también leí esa conversación pero no me inspiró como a ti esta preciosidad de artículo. Muy bonito y real, sobre todo real.
ResponderEliminarLo mejor es el final. No, no eres ñoño, lo escribes estupendamente, amor correspondido obliga a santidad.
Un abrazo,
Javier
Excelente post. Así es. Un abrazo
ResponderEliminarExcelente post. Así es. Un abrazo
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