En muchas parroquias están a punto de finalizar las
catequesis de los más pequeños. Demasiadas veces ponemos el acento en los niños
y muy pocas veces tendemos a ponerlo en los catequistas, laicos, sacerdotes y
religiosos, que emplean su tiempo en enseñar, junto a las familias, a que vivan
la fe con alegría.
Tengo la sensación de que – no sé si será la naturaleza del
género humano- a veces aflora más la crítica que el aplauso. Creo que lo que
debe primar es el reconocimiento y el agradecimiento. Empezando por mi.
En la entrega, esfuerzo y desvelos de los catequistas yo veo
el Amor. Cada viernes, cuando voy a recoger a mis hijas al colegio y veo la
cara de ilusión al preguntarme si hay catequesis o “Magdala”, lo que veo es el
Amor. Cuando voy a recogerlas a PS, mi parroquia, y veo el revuelo de niños,
jóvenes y los rostros de los Redentoristas (tanto los jóvenes como los más
mayores), lo que veo es el Amor.
Y en el fondo de ese Amor es de lo que va todo esto, la fe.
Aprender, sí; formarse, sí; conocer, sí. Pero de nada valdría si no se enseña a
vivir el Amor, la fe con una alegría espontánea y real.
Cada vez que nos quejamos porque las cosas no se hacen “exactamente”
como a nosotros nos gustaría… ¿No nos falta el Amor? Cada ocasión perdida para
dar las gracias… ¿No es una falta de Amor? Cada crítica compartida… ¿No es una
falta de Amor?
Nosotros no “soltamos” a nuestras hijas un rato a la semana
para que las preparen para un trámite. Nosotros confiamos sus corazones a una
Comunidad que coopera con nosotros en la vivencia de la fe de nuestras hijas.
Sí, es cierto que somos una familia Redentorista y que vivimos la fe en un
carisma concreto; es cierto que yo soy misionero laico del Santísimo Redentor y
que quienes nos acompañan son Redentoristas. Pero creo que la experiencia de
cualquier padre en cualquier parroquia no debe ser la de “delegar” para
cumplimentar un trámite…
Muchos niños comulgarán y punto. No es la experiencia de mi
parroquia ni de mi comunidad, porque esa vivencia se comienza antes y continúa
después de recibir el sacramento. Adaptada a cada etapa de la Vida lo que se
ofrece es un camino de Vida. A la salida de misa de los domingos, compartiendo
unas breves palabras con algunos padres que no suelen ser asiduos al santuario,
nos van comentando su intención de que sus hijos, para el próximo curso, se
incorporen a la parroquia. Por lo que ven: por las caras de los niños; por la “tranquilidad”
de los padres; por el sacerdote y el diácono que predican y se ocupan de la
pastoral de niños y jóvenes; por la apertura y acogida de la Comunidad; por las
catequistas que se hacen presentes también los domingos.
Animo a quien tenga hijos pequeños a que se acerque a su
parroquia, que hable, se interese, se vaya implicando e integrando. No es
responsabilidad de unos religiosos o sacerdotes; no es responsabilidad de unas
monjas o religiosas; no es responsabilidad de unos catequistas. Es
responsabilidad de los padres. Formar una comunidad es responsabilidad de todos
y cada uno de los que la integran.
La mía es la mía… sí ¡LA MEJOR! Allá donde vamos scalando en
Familia. Hoy mi “GRACIAS” va para los catequistas. Encontrad la vuestra… con
vosotros será la mejor. Pero sabed que en PS tenéis una que, con vosotros, será
aún mejor, en Manuel Silvela 14, Parroquia Santuario del Perpetuo Socorro #Redentoristas