Hoy ha sido un día de fiesta. Y en
Familia. Los días de fiesta en Familia son más fiesta.
Antonio Puerto CSsR ha recibido la
ordenación diaconal en el Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid. Voy a
tratar de ser claro, porque ha sido un día redondo.
Se trata de Antonio. Antonio es un
redentorista pegado a una sonrisa, y él no es pequeño, así que os podéis
imaginar cómo es su sonrisa. La bondad se le escapa por los ojos y entre la
comisura de los labios. Es alguien bueno, muy, muy bueno. Lo de la simpatía,
después de pasar un rato conversando con su padre, he descubierto que es algo
de familia; lo de la bondad también, la redentorista.
Cuando uno quiere a alguien no quiere
decir que esté de acuerdo con él en todo, sino que se alegra por todos y cada
uno de sus avances temporales, los comparte y los vive como propios. Y yo a
Antonio le quiero. Aprendí a conocerle en Astorga, no cuando ambos servíamos
juntos a los peregrinos; fue durante un largo paseo al sol en un rato de
descanso. Me impresionó y lo escribí en su momento. Hoy hemos tenido la
oportunidad y la dicha de acompañarle los cuatro.
La alegría se ve aderezada porque le ha
impuesto las manos mi paisanuco Don Carlos Osoro. Ver entrar a D. Carlos en
procesión y contemplar que llevaba una casulla con la imagen bordada de Nuestra
Madre del Perpetuo Socoro…. En fin, lo más. La homilía un lujo. La celebración
posterior en los jardines del santuario, en familia. Estas celebraciones
siempre son un momento especial para compartir con gente a quien uno se siente
no ya cercano, ligado por ese algo especial que no se puede explicar… Dolo
Ortíz, Carmen Castro, religiosos de otras casas, los jóvenes y sus padres… ¡Y
esos bailes de Miguel! El día que no vea bailar a Miguel en el presbiterio me
acordaré de la canción de Triana Pura… “qué
es lo que le pasa al probe Miguel que hase mucho tiempo que no baila…”.
Un día redondo que comenzó de la mejor
manera. Mi hermana me despertó enviándome por whatsapp una foto desde el
Santuario del Perpetuo Socorro de Roma, la ordenación de alguien tan especial
como Antonio en casa y por mi querido paisano D. Carlos. Y mientras tanto, en
Santander, también en casa, otro redentorista, el padre Victoriano, acompañando
a mi tío Eduardo en sus últimos momentos…
Porque la vida es así, un cúmulo de
experiencias que nos acercan a Dios; un camino para llegar a Él. En nuestra
mano está acercar su reino a la tierra. Con las penas y los sinsabores, con las
alegrías y los momentos para grabar en el corazón. Y Antonio Puerto Diosdado,
el neodiácono, es una de esas personas que nos lo acercan a diario.
Hoy me acostaré con el baile de Miguel, con
muchas conversaciones (Pedro López, Don Carlos, Julián Moya, Daniele Carta…),
pero cerraré los ojos y aún seguirá luminosa la sonrisa de Antonio.
Erase un hombre a una sonrisa pegado. Así es Antonio, como otros tantos Misioneros Redentoristas...
ResponderEliminarUn lujo de personas con los que recorrer el Camino de la Vida.
Los Misioneros hacen realidad la expresión de Shakespeare en Romeo y Julieta: "we cannot choose but laugh", no podemos elegir, sino reir...por la alegría de sabernos resucitados ya en el Señor
Un abrazo
Javier