Me preocupa dejarme llevar por la ira. Me preocupa no saber
mirar con misericordia a quienes se dejan llevar por la ira justificada. Me
preocupa quien no sabe ver a Dios en las manos de quienes dan su vida por defendernos,
por defender unos supuestos valores occidentales. Me preocupa quien es capaz de
ver a Dios en una mezquita y no es capaz de reconocerlo en un sagrario, quien
es proclive a escucharlo en un minarete y no en un púlpito, quien lo niega en
una sinagoga; me preocupa quien lo ve en una iglesia y no es capaz de verlo más que ahí.
Me preocupa quien tiene ojos de misericordia para unos y no
para otros. Me preocupa quien se empeña en ganar batallas perdidas. Me
preocupa la dejadez, la desidia y la connivencia. Me preocupa quien no es capaz
de ver a Dios en un pobre y quien lo ve en el pobre y no en el rico honesto.
Me preocupa cómo haya de vivir la historia que me ha tocado.
Me preocupa no saber educar a mis hijas a vivir esa historia, prepararlas a ser
protagonistas de su mundo. Me preocupa no saber adaptarme a un mundo en
descomposición, no saber ser fermento de un mundo que habrá de ser
necesariamente diferente.
Me preocupa quien se escandaliza por las muertes en nombre de
Dios y es activista o, cuando menos, tolerante con las muertes en los úteros
de tantas mujeres, muertes en nombre del egoísmo humano.
Me preocupa la gente sumida en la ignorancia. Me preocupan
las generaciones manipuladas por la idiocia intelectual. Me preocupa quien se deja arrastrar por signos vacíos.
Me preocupa pensar que, quizás, dentro de muchas generaciones,
alguien desempolve un libro desconocido con un extraño símbolo en su portada
que no haya visto jamás, y en su lomo sea capaz de leer una palabra de la que
jamás haya oído hablar: Biblia. La Luz, sea como sea, seguirá brillando, aunque
de nuevo pase años iluminando sólo las catacumbas de nuestra propia existencia.
Incluso entonces la sobreabundante Redención se ofrecerá a todos.
Y como me preocupa, rezo. Y lo hago en una iglesia, ante un
Sagrario, paseando por las calles de mi ciudad y en lo escondido de mi
habitación. Me preocupa y lo pongo a los pies del Cristo de las penas; su
Sangre regará mis preocupaciones, como la sangre de tantos mártires riega las
cadenas de la injusticia humana.