“Hoy cumplimos 50 Años
como #Parroquia Oramos por cada párroco, misionero y feligrés a lo largo de éste tiempo dando gracias a Dios por ellos”. Con estas palabras comunicaba en la redes sociales mi
parroquia, el Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid, que cumplía 50 años.
Sencillez, alegría, oración, agradecimiento en gerundio a Dios… Una parroquia
Redentorista, misionera.
Me parece un día magnífico para cumplir años. El santuario
tiene muchísimos más, pero hace 50 que somos parroquia. Y cumple años el día de
todos los santos ¿no es una maravilla? Me permite regalarle una oración por todos
los santos de la parroquia, no solamente San Alfonso, el fundador de la
Congregación del Santísimo Redentor, no solamente los Beatos Mártires de Cuenca
que reposan en la capilla del Santuario. Hoy recuerdo y oro por esos santos anónimos
que han pasado y pasan por la casa, por la parroquia. Misioneros cuyos nombres
muchos tenemos en la cabeza y permanentemente en el corazón; laicos que se
desviven por su parroquia, por sus curas y por el resto de feligreses; esas
ancianas que pasan horas a oscuras ante el sagrario; jóvenes que crecen y
ayudan a crecer en la fe a niños y otros jóvenes; catequistas y catecúmenos. Tantas
y tantas personas que con su fe, su vida y su ejemplo sostienen la fe y la vida
de tantos. En gerundio, caminando a la santidad.
No son simples nombres. Los santos lo son porque lo fueron en
vida. Con alegría, con normalidad, con sencillez; santos bilocando como san
Alfonso o con estigmas como el Padre Pío no hay muchos, pero evidentemente los
hay, obviarlo o ridiculizarlo no es más que una necedad. Los santos de los que
hablo ahora, los santos de andar por casa en casa, en PS, son santos del día a
día, santos de la normalidad más absoluta; santos de la sonrisa, la bronca, el
tiempo, la escucha, la oración, la entrega, la bolsa y la Vida. Reflejos de Luz que nos alumbran casi sin que nos demos cuenta.
Santos que abrazan su suerte o su infortunio por y para los
demás; santos orantes; santos currantes. Santos divertidos, comprensivos.
Santos débiles; débiles santos que no se cansan de levantarse y levantar a
otros. Anónimos con nombre y apellido que desparraman la fe de la Iglesia en la
parroquia y van implementando en sus vidas y las de los demás el carisma
Redentorista. Santos de a pie; santos de barrio, del de Chamberí como pudiera
ser cualquier otro barrio de cualquier otro punto del globo. No hablo solamente
de los misioneros redentoristas, profesos o laicos. Hablo de quienes son laicos
redentoristas porque viviendo su fe en una parroquia redentorista tienen el
carisma fusionado en su ADN espiritual. Los pobres que piden, los niños que crecen, los jóvenes que
cantan, los adultos que caminan y los mayores que sostienen. Orando, misionando,
sosteniendo el templo, scalando en Familia.
En el día del cumple de mi parroquia, de PS, les pido a los
santos del cielo por los santos de la tierra, los de aquí, de mi parroquia y mi
barrio. A los santos del cielo les pido para que nos ayuden a todos a serlo.
¡Vivan los santos vivos! Porque todos
los santos lo están.
No hay comentarios:
Publicar un comentario