Trato de buscarlas pero no encuentro las palabras adecuadas
para definir lo que sentí ayer al ver las imágenes de la profanación diabólica
que tiene lugar en Pamplona. Un individuo, cuyo nombre me voy a abstener de
mencionar, se dedicó a ir a 242 eucaristías, acercarse a recibir la Comunión y
conservarla para, con las 242 formas consagradas, distribuirlas por el suelo
formando la palabra “pederastia”. A eso pretender llamarlo arte. No lo ha hecho sólo. Lo hace él en primer lugar, quien paga y encarga la exposición, quienes sostienen a quien la encargó... quienes callan. Satanás actúa, no descansa, y en estos tiempos parece estar especialmente enrabietado. El mal en estado puro.
Deleznable. A parte de un delito tipificado en el código
penal, un acto repulsivo y gratuito de ofensa a los católicos, una profanación
continuada del Cuerpo de Cristo. Pena. Se ha dicho mucho en las redes sociales
al respecto para regocijo del autor y, a riesgo de continuar alabando su ego
enfermizo, no me resisto a plasmar mi repulsa más triste y enérgica.
Una pena tremenda la ofensa, una pena tremenda ver el Cuerpo
de Cristo mancillado de semejante manera. Permanecer callado es como permanecer
callado e impasible ante la Cruz. Lo haré a menudo en cada una de mis
lamentables caídas cotidianas, pero me niego a negarlo tres veces con mi
silencio. Habrá a quien no le guste lo que voy a decir, pero es como permanecer
callado ante 242 abusados, ante 242 mujeres maltratadas, ante 242 niños
obligados a ser soldados, ante 242 muertos de hambre, ante 242 niños abortados,
ante 242 pobres sin salida, ante 242 tristes sin consuelo, ante 242 inmigrantes
en busca de futuro, ante 242 necesitados de auxilios.
Dan arcadas. Y pena.
Una pena doble. Me he tomado la molestia de googlear el
nombre del individuo en cuestión. He descubierto a un hombre enfermo, como él
mismo dice. Ingresos psiquiátricos, intentos de suicidio, incapacidad para la
empatía… “si alguno de mis amigos muriera a mí me daría igual”. Hijo no deseado
de una prostituta heroinómana que continuó pinchándose durante el embarazo. Frialdad
absoluta capaz de cualquier barbaridad. Confieso que he caído en la tentación
de rezar por él; y de hacerlo con fe. Mea culpa. Pero a la oración y peticiones que en
ella haya realizado se le une también la petición de justicia en la tierra. Él,
quiéralo o no, habrá de juzgarle y la sentencia no me corresponde pues la
Redención es un regalo que alcanza a todos, sólo hay que aceptarla. “Vete y no
peques más”.
Pero antes está Dios que todos los santos. Una vez más
humillado, una vez más prendido, una vez más azotado, una vez más coronado de
espinas, una vez más crucificado. Mi reparación personal viene de la oración.
Éste jueves, durante la Adoración en PS tendré presentes esas 242 formas
tiradas por el suelo. Y tendré presente a quien realizó el acto diabólico y se
jacta de ello. Allá cada cual con su silencio o su aquiescencia.
Una consideración más. A la hora de dar y tomar la Comunión,
quien comulga, sea en la mano o en la boca, ha de hacerlo delante del ministro
de la Comunión. Y esto no siempre es así.
Tantum ergo Sacraméntum,
Venerémur cérnui:
Et antíquum documentum
Novo cedat rítui;
Præstet fides
suppleméntum
Sénsuum
deféctui.
Genitori Genitóque,
Laus et iubilátio;
Salus, honor, virtus quoque,
Sit et benedíctio;
Procedénti ab utróque
Compar sit laudátio.
Amen.
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