La foto no es buena. La estampa está gastada por el paso del
tiempo porque me acompaña desde segundo de EGB y ya ando cerca de los 49 años.
Recuerdo perfectamente cómo me la dio el P Manuel en los Escolapios de
Santander y cada una de las palabras que me dijo. Lo recuerdo.
La influencia de Calasanz en mi vida ha sido siempre fuerte y
viva. Un día fui uno de esos niños que aparecen en la estampita, en el cuadro,
acercándose al Santo. En mi corazón están muchos clérigos regulares pobres de
la Madre de Dios de las Escuelas Pías, muchos profesores. Los defectos se desvanecen
en el agradecimiento de vidas desgastadas por los niños y los jóvenes,
siguiendo un ejemplo, un camino, un carisma concreto. Cuántas incomprensiones y
cuántas ingratitudes que ya habrán obtenido su premio.
Educar, formar, enseñar a orar, acercar a Dios. Cada 25 de
agosto es para mí un día de agradecimiento infinito, de reflexión, de recuerdos
alejados de la tentación de la nostalgia. Cada 25 de agosto lo dedico a San
José de Calasanz.
Sin embargo, éste año, mi oración tendrá presentes de una
manera especial a un matrimonio que el Señor me trajo hace unos pocos años a
través de la pantalla del ordenador. No voy a darle más vueltas a que internet
y las redes sociales son un lugar más donde encontrar a Dios en tantas buenas
personas porque es una obviedad cansina. Ese matrimonio, esa familia, comienza
una nueva andadura. Impulsan el rumbo de sus vidas siguiendo plenamente a su
santo fundador. Laicos Escolapios haciendo camino calasancio, en Familia,
scalando en Familia. Generosos, alegres, entregados; normales. Esther Morales y
Santi Casanova, de quienes aprendo y con quienes crezco. Tejiendo veredas en
comunión hacia una misma meta. Gracias por vuestro fiat. Y gracias siempre a
José Fernando Juan Santos que hace cinco años me regaló “El año con Calasanz”,
de Miguel Ángel Asiain.
Otro 25 de agosto, en 1646, José de Calasanz escribía al P.
Novari: “Cuanto más le parezca estar
abandonado por los auxilios humanos, tanto más cerca estará de ser ayudado por
el auxilio divino.” Santi, Esther, recordadlo siempre. Recordémoslo todos.
Si alguien lee estas líneas le animo a rezar por todos
aquellos que emplean sus dones en la educación de niños y jóvenes. Unidos,
scalando en Familia.
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