No entiendo nada. Absolutamente nada. Cada vez leo más
opiniones y escucho más comentarios de guardianes de la fe que me recuerdan al
Santo Oficio. Un amigo mío habla de tener “paciencia histórica”. Va a ser eso,
que debo ejercitar más la paciencia. Hubo un hombre, fundador de una Orden
religiosa, una especie de Job, que en su momento estuvo en el punto de mira de
la Inquisición. No se amilanó. Su fe era fuerte. Continuó su apoyo y amistad
con un apestado de la época y mandó al P Clemente Settimi a atenderle. Ese
hombre es San José de Calasanz y Galileo es Galileo. De los inquisidores no se
acuerda nadie, a Dios gracias. Bueno, a Dios gracias la Iglesia en camino
recuerda al menos un día al año a las ánimas del purgatorio, si no…
¡Pobrecillos! No me extraña nada que, cuando San Alfonso atravesaba momentos
complicados encontrara consuelo leyendo la vida de Calasanz. Recientemente las
críticas han recaido sobre algien a quien aprecio, que me hace crecer con sus
libros, sus blogs, sus posts… uno de esos regalos de las RRSS a quien sólo he
visto dos veces. Su sonrisa y su fe le delatan: parece un tipo feliz, tranquilo.
A veces parece que la gente no avanza. Ni leyendo el
Evangelio; ni diciendo que se cree y sigue el Evangelio. Miembros anónimos de
sanedrines de corrala. Avanza la Iglesia. A su ritmo, pero lo hace. De ahí lo
de la paciencia histórica. Dentro de mucho, muchos años, otro Papa que igual ya
ni vestirá de blanco, pedirá perdón por esos hijos de ceja levantada, aire
crispado e índices rígidos, aunque ninguna culpa tenga él. Por cierto ¿vestiría
San Pedro de blanco? ¿Usaría zapatos rojos? ¿Irían los Apóstoles uniformados de
rojo, o de morado? Avanza. Que sí, que la Iglesia va avanzando. Con altibajos,
como cualquier organización formada por personas, pero segura porque quien
lleva la caña es el propio Cristo.
¡Cómo nos gusta la teatralización! ¡Cómo nos gustan unas
normas que seguir para sentirnos seguros! Pero, en cualquier caso, sentirse
seguro no es lo mismo que sentirse superior. Y todo aquel que se siente
superior es, en el fondo, un pobre hombre acomplejado e inseguro.
Lo que no entiendo muy bien es cómo, con unas normas
establecidas con claridad, con un veredicto que no es de los electores sino del
Espíritu Santo, no aceptan esas normas ni la decisión del Espíritu cuando éste
elige a quien les incomoda. Mi mujer trato en su TFG en Magisterio en Edicación
Infantil sobre la enseñanza del pensamiento crítico desde la infancia. Esta
visto que son como niños, porque realmente lo de enseñar a pensar en las
escuelas desde la edad más temprana ni está ni ha estado nunca de moda.
Cada vez que escucho críticas lacerantes tiendo a aturdirme
un poco. Luego rezo por el pobre aquel a quien quieren someter a una suerte de
escarnio, y también por los justicieros. No son muchos, lo sé, pero meten ruido.
Hay cosas peores, por supuesto.
Venga, chicos ¡Relajaos! Si lo dicen las propias normas. Estos Diez mandamientos se resumen en dos:
amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Amén.