¿Sembrador? Sí, pero más. No solamente lanzaba semillas;
desbrozaba, quitaba piedras, araba, sembraba y, después, se ocupaba de regar.
No sembraba y se marchaba, no. Se ocupaba y preocupaba.
No había tierra mala para él porque para él toda tierra era susceptible de que en ella arraigara el Amor.
No había tierra mala para él porque para él toda tierra era susceptible de que en ella arraigara el Amor.
Veía prender la semilla; se aseguraba de que lo hiciera. Permanecía.
Y cuando no podía ser físicamente, se hacía presente de mil formas. Que para
eso, entre otras cosas está, el teléfono y sus múltiples aplicaciones. Y el cariño y el interés. No hacía
nada a medias.
Un sacerdote total. Un hombre total. Un Redentorista.
Bueno. Muy bueno. Buenísimo.
Entregado hasta el extremo.
Educado; educadísimo.
Extremadamente inteligente.
Realista.
Listo.
Con un sentido del humor fuera de lo común.
Fuera de lo común.
Visión poliédrica.
Empaque. Y ése, o se tiene o no se tiene.
Corazón inabarcable.
¿Un necesitado de auxilio? Ahí estaba él.
¿Una huella de Cristo? Ahí ponía su pie.
Divertido. Muy divertido. Divertidísimo.
Alegre. Contagiando alegría.
Sin tonterías. Sin mediocridades.
Celebrando era… ufff cómo se echan de menos esas
celebraciones.
Al pan, pan y al vino, vino. Porque lo que es, es lo que es,
y no hay otra.
¿Misericordia? Presencia en gerundio de la Misericordia del
Señor.
¿Amor? En gerundio y desparramándolo.
¿Entrega? En gerundio.
Casi ubicuo, porque siempre, siempre, se ocupaba de hacerse
presente; siempre se hacía presente. Hasta el final, realmente hasta el final.
¿Corazón? En fin. Eso es un corazón que no para de latir
nunca.
¿Descanso? No lo conocía. Sólo ahora.
Hoy le lloran en Santander, no solamente en el Alto de
Miranda. Lo añoraban mucho, muchísimo. Ahora, contentos, lloran por él. Yo lo
hago aquí, en Madrid.
Doy gracias a Dios porque formó parte de la vida de mi
familia. Doy gracias al P Ambel porque me sugirió su nombre, al P López porque
directamente me dio su móvil.
Gracias José Luis por tu “sí”. Porque para decir fiat, nunca
es tarde; nunca. Lo triste es no hacerlo. Ni a oveja, ni a rebaño, ni a pastor,
ni ná de ná; directamente dejaste olor a Cristo allá por donde pasaste.
Ya has visto cara a cara a tu Redentor. San Alfonso y la
Perpe te habrán recibido. Hoy estarán ya sonriendo en el cielo con tu sentido del
humor.
Aquí te lloramos con el corazón lleno de alegría. Esas cosas
tan raras de los que sentimos y creemos.
Nos quisimos José Luis, nos queremos. El cariño de siempre, el
abrazo de siempre.
Un hombre bueno. Un sacerdote total. Un Redentorista.
R. P. José Luis Marra-López CSsR, descanse en Paz.
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