Nos regaló su cuerpo y su sangre, nos regaló la Eucaristía. Y
nos regaló el sacerdocio, nos regaló a los sacerdotes; sin sus manos no habría
hoy Eucaristía.
Cristo nos regaló a los sacerdotes y ellos se regalan a
todos. ¿Cuántas veces somos ingratos? ¿Cuántas veces nos mostramos distantes?
¿Cuántas veces les preguntamos? ¿Cuántas veces nos interesamos? ¿Cuántas veces tomamos simplemente un café?¿Cuántas veces estamos a su lado? ¿Cuántas veces ofrecemos en lugar de exigir?¿Cuántas veces
les ofrecemos nuestro tiempo? ¿Cuántas veces les tendemos manos? ¿Cuántas veces
rezamos por ellos? ¿Cuántas veces…?
Y todos siempre y todo. Latiendo por mí, por nosotros. Y
todos siempre y todo.
Hoy he estado en el Alto de Miranda y es a ti a quien he
tenido presente durante toda la celebración. Íntimamente he estado dando
gracias por los sacerdotes, pero lo he personificado en ti, que siempre caminas
con nosotros.
Si alguien me lee hoy sólo le pido que haga una cosa antes de
acostarse, algo sencillo: que rece por un sacerdote. Si no tiene ninguno
cercano, que lo haga por el que le bautizó, o por quien le dio su Primera
Comunión, o por aquel que ayudó a su padre o a su madre en los momentos
finales. Si no tiene ninguno cercano, además, puede pedir la gracia de tenerlo,
puede pedir por un sacerdote que lo acompañe. Y si la oración la hacéis en
familia aún mejor. Y a los que tengáis a algún sacerdote cercano, si no lo hacéis ya, pensad en estad vosotros también a su lado.
Yo soy un privilegiado porque tengo muchos por quienes rezar
pero, hoy, lo haré por ti. Hoy lo haremos por ti de manera especial. Fuiste tú quien me puso
scalando en Familia.
Y como siempre escrito con el corazón que es la forma más bella de escribir. Segura de que él y tantos otros lo apreciarán como yo lo he hecho, no dejo de rezar por ellos, por nuestros sacerdotes.Que el Señor les guíe en su misión de acercar su Palabara a todos los que les rodean, especialmente a los más jóvenes.
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