Hoy celebramos la festividad de los Beatos Mártires
Redentoristas de Cuenca (http://www.redentoristas.org/redentoristas/santos-y-beatos/martires-de-cuenca)
y
yo acabo de vivir una hermosísima celebración en la Capilla de la Coronación
del Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid, ante sus reliquias y en el lugar
donde reposan sus restos.
La Eucaristía ha estado presidida por un misionero
redentorista boliviano, el Cardenal Julio Terrazas Sandoval CSsR. El misionero
ha estado acompañado por otros misioneros redentoristas más, la comunidad de PS
con Pedro López CSsR (el P. Provincial), sacerdotes todos salvo Carlos A. Galán
CSsR, quien creo que inicia un año que le llevará al diaconado. La feligresía
formada por jóvenes y mayores y entre ellos quien escribe, un misionero laico
del Santísimo Redentor. El coro de jóvenes con el P Damián Mª Montes CsSR, sensacional. Vamos, lo que se dice una Eucaristía en Familia.
Eso ha sido exactamente la sensación, la profunda sensación
de pertenencia a una Familia. La Iglesia celebra a los mártires españoles del
siglo XX y, entre ellos, a los mártires redentoristas de Cuenca. Una Familia
dentro de la Familia universal de la Iglesia. Y todo en casa, en PS. Participar
leyendo las numerosas preces por intercesión de todos y cada uno de los santos
y beatos redentoristas… en fin, qué puedo decir… que ya tocaré de nuevo el
suelo en algún momento…
La homilía ha sido extraordinaria. Una homilía con acento
misionero desde su inicio: “la Palabra no
es sólo para ser predicada, sino para ser puesta en práctica”. Mártires,
personas como cualquiera de nosotros pero que “hicieron suya la Pasión de Cristo llenando su
existencia”, “testigos de su Vida y Resurrección”. No son un recuerdo del
pasado, son presencia viva, imagen viva de que la santidad, también por la vía
del martirio, es posible. Como nos ha recordado el Cardenal, los actuales son
tiempos de una brutal persecución a la Iglesia y los cristianos.
La persecución en muchos puntos del planeta es un hecho
incontestable. Como incontestable es el hecho de que la persecución alimenta
continuamente mártires con nombres y apellidos y mártires anónimos. Javier,
Ciriaco, Miguel, Julián, Victoriano y Pedro, hombres que son una gracia para la
Iglesia y un regalo para la Congregación. Ante mí tenía a otros redentoristas,
mayores y jóvenes, que continuando el ejemplo de San Alfonso regalan su vida
anunciando la sobreabundante Redención. Los seis de hoy son reconocidos de
manera oficial, pero yo pensaba en cuantos han entregado de manera anónima sus
vidas, cuántos han alcanzado la corona del martirio de incógnito, cuántos
avanzan a diario hacia ella con los hechos patentes y también por las palabras de ingratos,
indiferentes y, en el peor de los casos reales, justicieros parapetados frente a la bondad
sin límites de muchos de éstos hombres anónimos. "Sin miedo a mancharse las manos con los alejados", como hoy mismo ha dicho el Papa en Santa Marta.
Procesión en familia hasta el lugar donde descansan los
mártires, y allí besamos su reliquias. Todo con la solemnidad, normalidad y
alegría que son todo un signo de nuestras celebraciones.
Acabar besando el anillo del Cardenal Terrazas ha supuesto
para mí la doble alegría de besar el anillo a un hermano y a un auténtico
hombre de Dios.
Un día magnífico por el que dar gracias a Dios por sus
mártires, por éstos mártires y por vivir scalando en ésta Familia.
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