Once años ya de aquel 31 de octubre
de 2003. Y el Señor continúa bendiciéndonos cada día. Un matrimonio normal,
como tantos. Una vida normal, como la de tantos. Risas, felicidad, hijos,
guijarros en el camino, tropezones sobre piedras desaparecidas, obstáculos, bodas,
camino, paro, estudio, manos tendidas, tiempo, ordenaciones, encuentros, prontos,
entrega, muertes, compromiso, abrazos, nacimientos, lágrimas, despedidas, proyectos,
perseverancia: Vida, Amor. Lo habitual, como en cualquier matrimonio.
En María, está el Señor. Tras cada
carcajada, tras cada lágrima, está el Señor. A nuestros pies tras cada
resbalón, está el Señor. En cada mano tendida y en nuestro tiempo, está el
Señor. La casa sobre Roca y bajo la mirada de Dios. En cada hijo está el Señor:
en Toya, en Paula y en los que nos esperan en el cielo.
Scalando en Familia con el Señor. La
nuestra es una familia más. Recuerdo como si fuera para hoy mismo la ilusión de
cada preparativo para la ceremonia, la elección de las lecturas, la redacción
de las preces. Porque fue para hoy mismo, y para mañana, y para el día
siguiente… Cada conversación con Borja, el P Borja Hernando (especialmente una
paseando por el Cerro de los Ángeles), cada una de las palabras. La elección de
la música…, ese Ave, mundi Spes con
María recorriendo el pasillo central de la iglesia hacia el altar. Todo.
Descalzos sobre un camino de rosas,
con sus espinas y el barro sobre el suelo. Y el barro a veces tiene
piedrecitas, y en ocasiones está fresco, otras enfangado por exceso de lluvia o
completamente seco por el sol. Esa es la única realidad, que hay rosas, espinas
y barro; que lo recorremos juntos; que cada mañana nos visita el sol que nace
de lo alto para guiar nuestros pasos.
Es así como vamos, scalando en
Familia, bajo su mirada, de la mano de la Perpe y con San Alfonso. Hemos
aprendido a descalzarnos. Así enseñamos a caminar a nuestras hijas. Y a tender
manos a su modo; manos para dar, para acoger y para aceptar. Descalzos a través
un tiempo que no es nuestro; quizás por eso, porque no es nuestro, tratamos de
multiplicarlo. Yo no sé si acierto, pero lo intento. El ejemplo son las letras
que guarda la memoria sin estar en los libros. Lo intentamos. Esfuerzo y tesón.
Y la permanente sonrisa de su madre, y el permanente optimismo de su madre, y
la singular fortaleza de su madre. Y una Comunidad, una Familia, que es un
tesoro. Once años y Dios a cada esquina, apuntalando, en tanta gente. Y, desde
el silencio, me sigo sintiendo acompañado.
Mirar a los problemas por encima del
hombro, no con displicencia, sino porque por encima del hombro de los problemas
veremos a Dios; tengo la opinión de que una gran satisfacción del diablo debe
ser la frustración y el vacío que se generan cuando un problema no te permite
ver a Dios. No es el problema quien te lo impide, es la falta de perspectiva
propia. Como la borrachera de felicidad también te puede llevar a la
autocomplacencia, olvidándote de mirar a lo Alto y agradecer.
Once años. Hoy miro hacia atrás y doy
gracias; hacia adelante y doy gracias; a mi lado, y doy gracias. Doy gracias
por el día a día. Doy gracias porque hace once años nos comprometimos a que éste
sería un matrimonio de tres, porque sin el Señor no lo sería. Y descalzos
aprendemos que el matrimonio es un sacramento peculiar que se conforma, crece y
transforma día a día y en virtud del Amor. A cada paso se avanza por este
camino de santidad que no podemos recorrer solos, que no recorremos solos.
Un instante eterno puede cambiar la
vida y por él, por aquel 15 de agosto, once años llenos de fechas: 2 de marzo,
27 de febrero, 6 de marzo, 19 de mayo, 21 de noviembre, 18 de julio, 9 de
agosto… y sumando fechas…
Once años y una familia. Once años y scalando
en Familia. Once años y MLSR. Once años y ocho manos tendidas. Once años en
gerundio, compartiendo.
Once años pronunciando cada noche, a
pesar de algunos días, dos simples palabras: te quiero.
Once años y, sin darnos cuenta, se
nos ha llenado la Vida de gente, de historias, de rostros y de nombres que han
entrado para quedarse.
Once años y…: sí, quiero.