Un excepcional fin de semana en Familia. Mi mujer, mis
hijas y yo hemos tenido la oportunidad de servir a los peregrinos del Camino de
Santiago en Astorga, en Casa San Alfonso, en Familia. No es la primera vez que colaboro con
este proyecto de la
Conferencia Europea Redentorista, porque el año pasado ya tuve esa
suerte, pero en esta ocasión hemos podido acudir toda la familia junta ¡una Gracia!. Llegar a Casa San
Alfonso es exactamente eso, llegar a casa. Recalar en Casa San Alfonso, para los peregrinos, es encontrar en el Camino el acogedor remanso espiritual que, aunque resulte paradójico, no siempre encuentran con la frecuencia que desean, aunque lo procuran incesantemente, casi a cada paso, de etapa en etapa.
Lo mejor de la “etapa” vivida a lo largo de este fin de semana, junto a cada uno de los peregrinos que hemos podido "acoger", sin duda alguna ha sido la incontenible y casi insultante ilusión de mis niñas. Verlas a las tres
“manos a la obra”, desde el minuto uno, junto a Royston Price y Michael Taylor,
los Estudiantes Redentoristas de la Provincia de Londres con quienes formamos una Comunidad armoniosa y perfectamente acoplada, ha sido para mi impagable. La ilusión que les salía por los ojos a
mis chicas, su esfuerzo por atender a todos los caminantes extranjeros en inglés, el
cansancio… compartir la Vida
para otros… realmente grande. Los juegos con Mike, la permanente delicadeza de Roy pendiente de Paula -la celíaca de la Comunidad- en cada una de las comidas. Iniciar cada jornada, juntos, rezando Laudes mientras las niñas escuchaban atentas en silencio...
Llevar la Oración de la Noche en español, la bendición a los peregrinos,
las palabras de agradecimiento, saber que entre todos damos un poquito de luz
que no es nuestra… ¡No puede haber mayor alegría! Y todos los caminantes, cada
uno con su historia y sus motivaciones, unánimes porque en Casa San Alfonso y en la iglesia del Perpetuo Socorro recuperaron el verdadero sentido de su Camino,
o bien recobraron la fuerza del Espíritu para continuar. Y al caer la tarde, en cada Oración, a los
pies del icono, el corazón de cada peregrino y el de todos en el Redentor.
Uno no es nada, es diminuto, insignificante, pero es un
granito de un engranaje que, activado para el servicio, se muestra útil. El
engranaje de una maquinaria puesta en marcha por el santo del siglo de las
luces, San Alfonso Mª de Ligorio, que lleva ya 150 años de servicio en España.
Cuando el Padre Paulino Sutil nos enseñó éste sábado el museo y tuve ante mi la Mitra de San Alfonso, lo
único que acerté a hacer fue pedir en silencio mientras el corazón bombeaba a
toda potencia al contemplar la reliquia.
Con Toya y Paula, vamos mi mujer y yo construyendo,
haciendo camino. Con María, Toya, Paula, Roy, Mike y el Padre Laureano siempre
pendiente en la distancia, un gran fin de semana scalando en Familia. Un fin de
semana por el que dar gracias. Si Dios quiere yo volveré en agosto pero hoy, ya
de regreso, en el coche, mi hija mayor me dijo:
“Papi, el año que viene... ¡volvemos!”. Pues eso.
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