Las palabras del P Pedro y de Daniel Primo fueron las que me hicieron
fijarme en los ojos de aquellos chicos; sí, brillaban más que las velitas
diseminadas por el suelo y sobre el altar. Si la fe les salía por los ojos
debían de estar ardiendo por dentro.
Toda una suerte poder estar frente a ellos dirigiéndoles unas
palabras, junto a Dani y a su hija Blanca. Una suerte vivir tan intensamente la Vida.
Orar con y por un puñado de jóvenes que en breve recibirán el sacramento de la
Confirmación. La Vida en directo impulsada por el mismo Espíritu. Unos jóvenes
sanos, normales; unos jóvenes como hay millones en el mundo. Unos jóvenes
extraordinarios que pueden y quieren decir “sí” a Cristo. Bajo la mirada del
Padre, tras el camino del Hijo y alentados por el Espíritu. Eso es vivir la
Vida a lo grande.
Arropados por sus Catequistas, por la Comunidad del Perpetuo
Socorro. Cómo dijo el P Damián, qué contentos debían sentirse San Alfonso por
esos jóvenes y Santa Rafaela María por quienes de ellos estudian o han
estudiado en el colegio de las Esclavas de Martínez Campos.
Mientras transcurría la Oración en la Capilla de la
Coronación, en la Iglesia se celebraba un funeral. El trece de junio serán las
confirmaciones. Éste sábado tendrán lugar las Primeras Comuniones. Habrá
también algún bautizo. Eso es la Vida. El ritmo normal de cualquier Parroquia,
el ritmo normal de la Vida. La Vida a lo grande. Porque entre la vida y la
Vida, es la fe la que eleva los dos palitos de la “V”, es la alegría de la fe
lo que hace la Vida extraordinaria. Bajo la mirada del Padre, tras el camino
del Hijo, infundidos del Espíritu. Pero no somos tontos. Somos “locos”, pero no
tontos. Sabemos que ese camino es el de la Cruz; no hay Vida sin Cruz. Pero las
cruces de la vida no ensombrecen la certeza de la Vida.
Esos jóvenes, los niños que comulgarán por primera vez, cada
corazón que late en el vientre de una madre son la confianza de Dios en el
hombre, son la esperanza del hombre en Dios.
Y en PS lo vivimos en Familia, nos arropamos en Familia, nos
sostenemos en Familia. Ahí estaba yo, scalando en Familia, dando gracias a Dios
por tanto joven bueno; ahí estaba yo, scalando en Familia, pidiendo al Señor
por quienes o no le conocen o le niegan.
Hoy me acostaré de nuevo agradecido por vivir la Vida, sencillamente, a lo grande:
con fe. Hoy, una noche más, la Esperanza velará mi sueño.
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