Cuestión de conciencia, de la mía y, por lo tanto, lo que
expreso en estas líneas no es más que una opinión meramente personal e individual.
Estamos de nuevo inmersos en la pesadez necesaria de una
nueva campaña electoral y, a la hora de discernir con claridad la emisión de mi
voto, a mí, que soy un tipo de lo más peculiar, me pesa la conciencia.
Por mucho que se traten de elecciones al Parlamento Europeo,
y nos parezca a priori lejano, son realmente importantes porque, entre otras
cosas, aquello sobre lo que no tienen potestad de legislar hoy quizás la tengan
mañana; la vida, por ejemplo. Y, en el tema de la vida, mi conciencia me impide
otorgar mi voto a ningún partido que no la proteja como un derecho
irrenunciable desde el momento de la concepción; a ninguno. El nasciturus. Como
no admito la eliminación de la vida fuera del seno materno. Aquí no me sirven
aplicaciones de la teoría del mal menor; no me sirven descartes ni antes de
nacer ni en la ancianidad o en la enfermedad. La Vida le pesa a mi conciencia.
Tampoco me permite mi conciencia apoyar a quienes eliminan la
dignidad de los más débiles, ningunean a los más débiles, porque los más
débiles son quienes más han de ser protegidos por la sociedad y, por lo tanto,
por el Estado. Otorgar mi voto a quienes generan la debilidad y la pobreza
llevando a todo un país a la ruina, creando demenciales fracturas sociales de manera casi sistemática sería, a la luz
de mi conciencia, una indecencia, una irresponsabilidad que clama al cielo.
Fortaleciendo al individuo se fortalece a la sociedad, cuando
esto se hace con una visión social individual y global, y el papá Estado ha de
velar por su conjunto, es decir, por el individuo y por la sociedad que
conforma; velar por la propiedad privada y por una justa distribución de la
riqueza. La pobreza le pesa a mi conciencia y clama al cielo. La pobreza interna
le pesa tanto a mi conciencia como lo hacen las concertinas. La primacía de la
libertad individual debe estar encauzada al bien común. Tampoco puede ir mi
voto para quien no contemple así la realidad social de mi país, porque el peso
de la Historia y la salvaguardia de las fronteras no tienen por qué estar reñidos con
la justicia humana.
Las cosas mejoran, eso es ya innegable. Lo hacen de momento
en un plano global, porque la sangría nacional en puestos de trabajo fue tan
brutal, sólida y despiadada que el daño ha sido dramático, que los niveles de desigualdad
social generados han sido indignos y la pobreza vergonzosa, injusta y cruel. La cosas mejoran y, una vez más, parece que los mismos de siempre nos vuelven a sacar de un desastre indigno. Pero la elección de
por dónde recortar, es elección de quien gobierna, y se ha elegido mantener un
elefante administrativo y una duplicidad de administraciones, y recortar por
abajo aumentando la debilidad de los más débiles. Pesa una vez más mi
conciencia.
Para qué hablar de la educación si llevamos décadas de
adoctrinamiento en reinos de Taifas; han convertido la Educación en
manipulación de la historia, en el opio del pueblo para poder ser manejado.
Meter aquí la conciencia sería casi correr el riesgo de acabar esquizofrénico
si los políticos, todos, no son capaces de llegar a un pacto ajeno a los
colores de cada uno.
La corrupción es tan sangrante por casi todas partes que su
existencia clama al cielo y le pesa a mi conciencia.
Votar es importante y, para mí, hacerlo es una cuestión de
conciencia. Porque es desde dentro, con un simple papel, como podemos
contribuir de una manera pacífica y efectiva a mejorar el presente y el futuro
de nuestra sociedad. Alentar a los jóvenes a la política dentro del juego
democrático, es alentar también la cultura del esfuerzo. La manera más justa y
la única democrática de canalizar la indignación, el descontento o el aplauso,
también la de los jóvenes, sean cuales sean sus ideas, es a través de la urnas.
No seguiré poniendo ejemplos porque, lamentablemente, podría
eternizarme. Votar en conciencia es vivir en armonía con la propia conciencia. Ahora me queda, a la luz de mi conciencia, ver si de la baraja de
los partidos me queda alguna carta con la que poder jugar. Y creo que sí.
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