Ayer mi mujer y alguna amiga compartieron en Facebook una noticia que informaba de que alguien había colocado cuchillas en parques infantiles, en las zonas de juegos de los niños. La noticia iba acompañada de alguna foto con las cuchillas y la mano de un niño cortada y ensangrentada. No sé si esto será uno de los muchos bulos que se propagan por las redes, o si ese espanto es real, porque no creo que haya tenido demasiada repercusión. Puede que no la haya tenido porque estos inocentes están aquí, en nuestro territorio y punto; estos inocentes o han nacido en España o ya han conseguido entrar; estos inocentes, por muchas que sean sus penurias, comparadas con las de los niños de los países del sur son nada. Pero ¿Se puede comparar el dolor? ¿Es justo medir el nivel de la injusticia? ¿Es sano ponderar el nivel de la aberración cuando ésta es tal?
Juan nos enseña en el Evangelio de hoy: “todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras”.
Yo me pregunto, así, por preguntarme, si los también inocentes que abandonan sus lugares de origen para llegar un día a ofrecer un futuro mejor a sus familias, y se encuentra con esas mismas cuchillas provocan a todo el mundo el mismo espanto que las manos ensangrentadas de un niño en un parque español. ¿Provocan la misma reacción? ¿Parecida? Porque las manos infantiles –salvo para los anormales desalmados que colocan las cuchillas- suscitan una reacción uniforme y unánime.
De Juan, “El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas”.
Pues así estamos, que la Luz vino al mundo y muchos aún no lo saben y otros ni se lo creen. No se lo puede creer quien coloca cuchillas en un parque; no se lo puede creer quien lo mira impasible; no se lo puede creer quien las coloca en vallas; no se lo puede creer quien lo mira impasible.
Puede que haya quien me encuentre demagogo pero yo, sinceramente, no creo que quien ejecute, ampare y contemple impasible ambas situaciones se crea en absoluto que la Luz vino al mundo. Puede que haya quien encuentre bonito o de buen tono confesarlo así, pero si la Luz te ha iluminado o tocado en algún momento de tu vida no puedes permanecer frío.
Y acaba Juan hoy en el Evangelio “…el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.