“No podemos ser
discípulos a medias. La
Iglesia necesita de nuestra valentía para que demos
testimonio de la verdad”, tuit de @pontifex_es del día 25 de marzo. De Mateo 5,
Evangelio del día 26 de marzo: “El que se salte uno solo de los preceptos menos
importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el
reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de
los cielos”.
Francisco nos muestra cómo dar testimonio de la Verdad con la ternura de un
padre. Cristo no vino a abolir la
Ley , vino a darla plenitud en el Amor; la Ley se plenifica en el Amor,
los preceptos se plenifican en el Amor, no en su letra. Dio plenitud a la Ley en la Cruz y lo hizo por Amor.
Por eso mismo el testimonio del cristiano ni lo es por
horas, ni por ubicación. El testimonio del cristiano, el testimonio de la Verdad , se da todo el
tiempo y allí donde nos encontremos porque el testimonio es la persona misma. El individuo como testimonio. Deja su rastro aunque no se mire atrás; da su fruto según la tierra en la que
caiga la semilla aunque nosotros no lo veamos, porque el fruto no es nuestro ni
para nosotros. A cara descubierta, sin tapujos, con la naturalidad de la
respiración y el misterio del propio latido. Y cayéndonos, porque levantarse es
dar testimonio. Y recobrando el sendero, porque reubicarse es dar testimonio.
Asumiendo el error que también es dar testimonio. La debilidad como testimonio. La imperfección como testimonio. La superación como testimonio. Diciendo sí y diciendo no. Y, como
diría mi amiga Pepa Garat, “con alegría”.
Recientemente he reflexionado sobre esto al presentar y
compartir el iDecálogo de iMisión para Evagelizar; una reflexión abierta,
compartida y dialogada. Creo que a veces
estamos demasiado pendientes de los frutos, no tanto por la cosecha como por el
propio éxito. Estamos casi tan pendientes del éxito como de la letra de la Ley , de la ortografía con la
que escribimos los preceptos, sus signos de puntuación… Más, mucho más que del
Amor que los inspiraron; más, mucho más que del Amor del Redentor. Ojala el
amor nos lleve a cumplirlos por amor y enseñarlos con amor, incluso con
palabras.
Sin preocuparnos por la cosecha. Sembrar, andar,
compartir, servir, vivir. Esforzarse, trabajar, darse, gozar, vivir. Sufrir,
reír, caer, acertar, soñar, vivir. Amar. Ya recogerán otros. Pero ese fruto ni
es nuestro ni de quien lo recoge. Sin pensar en nosotros, olvidando el “yo”.
Porque mi vida es Vida no porque yo la viva, lo es en tanto la comparta, regale
y ponga a disposición de los demás; de lo contrario será solamente un talento
enterrado…
Amar, que es Vivir. Vivir, que es
Amar. Camino de la Pascua
scalando en Familia.
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