Scala News

viernes, 21 de febrero de 2014

Obras, tonto, obras

“¿Quieres enterarte, tonto, de que la fe sin obras es inútil?”

Las obras… ¿Cuáles son mis obras? ¿Y las tuyas? ¿Cuáles son nuestras obras? No sé…

Creo que a veces pensamos en grandes gestas pero no todos están llamados grandes gestas; no, no todos. Al menos no todos están llamados a lo que entendemos por grandes gestas. Pero todos, sin excepción, estamos llamados a las obras pequeñitas y es a través de la humildad de lo pequeño como puede ir lográndose lo grande. La paciencia cotidiana, la mirada misericordiosa, la armonía persona a persona o tuit a tuit, el silencio guardado o la palabra adecuada. Cosas en las que ni nos fijamos, pero que son pequeñas obras cotidianas que acercan el Reino de manera casi inconsciente pero constante; obras reales que brotan del inconsciente de la fe hecha carne en nosotros mismos.

Creo que mostramos nuestras obras cuando no callamos ante unas cuchillas en una valla, cuando no callamos ante unas pelotas de goma disparadas tanto en esta legislatura como en cualquier otra, porque hay cosas que no son cuestión de ideologías ni de demagogias. Los muertos duelen todos, y no sólo cuando mueren, sino a lo largo del camino que recorren hasta encontrar su patíbulo, sea en nuestras aguas territoriales o no, sea en Venezuela, en Kiev o los muertos con cuya sangre está regada nuestra España por el terrorismo. Duele lo inevitable ¡cómo no doler lo evitable! Duelen los niños abortados, pero son también pequeñas obras unos humildes #QuieroNacer por Twitter. Duele la desesperación de una madre que aborta y duele un padre al que ni siquiera le consultan. Pero brillan las obras de quienes se esfuerzan por evitar las muertes y el sufrimiento.

No apartar la mirada; abandonar el balcón… Obras. La Oración es la gran obra que nos lleva a la acción.

Obras son las realizadas por quienes le roban tiempo a su tiempo visitando ancianos en asilos, o a indigentes por las calles, o en albergues. Son muchos los que muestran sus obras.

Obras son los desvelos de quienes permanecen en silencio ante un Sagrario, en una sacristía, preparando un templo, animando la liturgia, y obras son las de quienes se lanzan a la calle llevando la Palabra, el consuelo y la acción o lo hacen en las redes sociales.

Creo que son muchos los tipos de obras, muchos los perfiles de quienes las realizan, pero todas tienen un común denominador porque todas muestran a Cristo, todas contribuyen a acercar el Reino.

No sé, quizás me equivoque, pero de lo pequeño a lo grande, de lo silencioso a lo evidente coexisten un infinito y variopinto abanico de obras, y todas son necesarias. El valor de la caricia, de la mirada, del abrazo, de la palabra, del silencio, de la acción.

Y de las obras pequeñas no ya a no avergonzarse de Él y sus palabras, más bien al contrario; no callar, no poder callar. Contarlo incluso con las palabras. Negarte a ti mismo en tu mujer, tus hijas, tu comunidad, el hermano… negarte a ti mismo en quien te necesite. Y cargar cada uno con su cruz y seguirle. Salir a la calle con tu cruz puede llegar a avergonzarte por lo pequeña y ligera.

Pero llegado a este punto estoy como al principio… …las obras ¿Cuáles son mis obras? ¿Hay alguna…? Y llegado a este punto siempre me gusta recordar “Las Alas” de Dámaso Alonso…


“¿Quieres enterarte, tonto, de que la fe sin obras es inútil?”

domingo, 16 de febrero de 2014

Yo voy al iCongreso de iMisión

No son solamente nombres, ni un rostro en una foto diminuta. Son personas con las que se coincide en ciertas cosas y no en otras, almas con las que se entra en diálogo, se comparte y también se crece. Unidos por la misma fe, dialogando con quienes no la comparten. Y todos, todos, bajo la mirada amorosa del mismo Padre, bajo la mirada amorosa de Dios. Una comunión que es real, aunque no física.

Compartiendo la misma Buena Noticia; cada uno a su estilo. Miembros del episcopado, sacerdotes, religiosos, laicos… Unos pertenecemos a alguna Familia concreta de la Iglesia (yo, por ejemplo, soy laico Redentorista) y otros no, pero todos estamos presentes en las redes sociales, todos somos iMisioneros, evangelizadores de la red; evangelizadores en la red.

La presencia puede ser más o menos intensa, hay quien tiene uno o varios blogs, quien participa en medios de comunicación, o quien simplemente desde su  cuenta de Twitter trata de ser una iLuciérnaga de Luz en el ciberespacio. Unos llevamos más tiempo, otros se van incorporando con pasión.

Personas reales, de carne y hueso. Ninguno es una ilusión óptica o fruto de una imaginativa mente. Somos reales y nuestra presencia no es sino una extensión más, una muestra más de nuestra propia vida. Si un cristiano está llamado por el bautismo a ser profeta, a propagar la Buena Noticia de Jesucristo, lo está allá donde se encuentre y en todo momento; sí, en todo momento. Incluso con la palabra, si es necesario.

Tal y como sucede en lo que se conoce como el “mundo real”, por contraposición al “vitual”, hay personas que reciben una inspiración especial, se lían la manta a la cabeza, tiran hacia adelante y son capaces de mover un proyecto que arrastre al resto. Pues esto es lo que hicieron el religioso y sacerdote Marianista Daniel Pajuelo y la hermana Xiskya Valladares, religiosa de Pureza de María. A ellos se les unieron otras almas inquietas, entre sacerdotes diocesanos, Escolapios laicos, religiosos, laicos y… nos arrastraron a unos cuantos hacia iMisión (www.imision.org). De todos ellos, seis de manera especial está redoblando esfuerzos, tiempo y dones en la creación y organización del iCongreso que tendrá lugar en Madrid los días cuatro, cinco y seis de abril. Ellos son: @xiskya, @suehortig, @_AnaMedina_, @smdani, @scasanovam y @julianlozanol. Sólo puedo darles las gracias por la oportunidad que me ofrecen, que nos ofrecen a todos de acudir al iCongreso, conocernos, generar comunidad, formarnos…

No os voy a contar nada más sobre el iCongreso, lo que queráis saber aquí lo podéis encontrar: http://congreso.imision.org/programa, incluidos los formularios para la inscripción, que aún estáis a tiempo. Yo ya lo he hecho, entre otras cosas porque quiero conoceos a muchos. Os animo a que acudáis. No vaya a ser que luego, llegado el momento, empecéis a leer en la prensa o en innumerables tuits cómo se está desarrollando el iCongreso y os reprochéis ¡¿por qué no fui si pude hacerlo?!


Yo voy. 

¡Ánimo! Nos vemos en el iCongreso y, hasta entonces, nos encontramos en cada Eucaristía.

lunes, 10 de febrero de 2014

Un hilito para Carlota

El borde de tu manto Señor (Evangelio según San Marcos 6, 53-56 ), tan sólo un hilito del borde de tu manto. ¡Cómo me gustaría poder hacérselo llegar hoy a una niña en concreto! Una chica de quince años. De Genesaret a un hospital de Madrid. Sesiones de quimioterapia, operación, ciencia, pericia médica y el borde de tu manto Señor.

Y la Secuencia del Espíritu que entre hasta el fondo del alma, de ella y de sus padres. No voy a dar más nombres que el del título por una cuestión de simple respeto a la intimidad familiar. Pero su madre es parte de mi vida, una larguísima parte de mi vida. El Señor me dio una peculiar memoria para cosas insospechadas y recuerdo con nitidez una conversación de niños entre su madre, otro amigo y yo cuando yo apenas tenia siete años ¡hace cuarenta! Son estas cosas las que le tumban a uno en su realidad concreta.

Unos niños, adolescentes, jóvenes… y la vida real que va llegando casi sin ser uno consciente hasta que te ves adulto. Y esa vida que nos mece a todos en manos de María bajo el soplo de Dios, y que a veces nos bate como las olas del mar que arrasan cuanto encuentran en un temporal. Como el que ha desnudado las playas de nuestro Santander. Hoy me ha llegado una foto de la Magdalena (¡cuántas tardes en casa de su abuela!) dejando al aire rocas tras el mar enfurecido.

Rocas. Rocas firmes. Esa Roca firme que sostiene mi vida, que sostiene nuestra Vida. Desde el cariño constante, profundo y sostenido a lo largo de los años, desde mi fe, desde la debilidad de mi fe yo le pido hoy al Señor tan sólo un hilito. Que le toque a ella y que toque al corazón de sus padres. Un hilo de consuelo, de fe y de esperanza.

Francisco nos recuerda en su homilía de hoy en Santa Marta que tenemos al Redentor a nuestro alcance en cada Eucaristía; en cada Eucaristía el Redentor ofrecido al Padre por la salvación. Ahí están el hilito, el manto y el Cuerpo entero.

Eso es lo que quiero para ellos. Yo les doy mi cariño, el de siempre, mi oración y lo que necesiten. Y me gustaría poder darles una cajita con la risa contagiosa de su madre. Confianza y Esperanza.


Y a todos los que me leéis os pido oraciones como hilitos de Su manto para que todo vaya bien. Todo irá bien. Nos enseña San Alfonso que “cuando rezamos el Señor nos da las fuerzas necesarias para hacer lo que no podemos”. El cariño de muchos y vuestra oración. Un hilito de Su manto, por favor.

lunes, 3 de febrero de 2014

Bragas sucias

Tetas al aire, cruces invertidas, lanzamiento de bragas sucias, esa suerte de “nosotras parimos, nosotras decidimos” versión “Toño sal de mi coño”… Eso son sus palabras, unas bragas sucias. Todo muy edificante, intelectualmente elevadísimo, respaldado según creo por alguna representante de autodenominadas mujeres progresistas…

Pues lo siento, pero no me valen de nada edulcorantes. La educación no está reñida con las cosas claras y los términos contundentes. No sirven valoraciones mediocres ni templagaitas. Las individuas que han protagonizado la deleznable agresión al Cardenal Arzobispo de Madrid no me merecen el más mínimo respeto. Yo soy español, y hablo castellano o español, y ateniéndome a cualquiera de las definiciones de la palabra respeto que nos ofrece la Real Academia (http://lema.rae.es/drae/?val=respeto), insisto, no me merecen el más mínimo.

De acuerdo que no me queda más remedio que asumir su realidad, pero nada más. Son unas ciudadanas que tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones que yo. Punto. 

Excusadas en un uso torticero de la libertad de expresión, agazapadas tras sus propios desnudos, emborrachadas y ensordecidas por el sonido de sus exabruptos, blandiendo sus pezones y lanzando bragas sucias muestran la mayor solidez argumental de la que son capaces. Y yo, que soy así de torpe, a pesar de todo, las veo como muñecos manipulados por Dios sabe quién. Tristes títeres; quién mueva los hilos es otra cosa. Y el estandarte que las representa son unas bragas sucias.

Las cosas claras. Han protagonizado una agresión deleznable e, insisto, las medias tintas ahora me resultan mezquinas. Y la agresión ha ido dirigida al Arzobispo de Madrid, diócesis a la que pertenezco. Don Antonio María es ya un señor de 77 años. Han agredido a un obispo de 77 años. ¡Qué brillante expresión de valentía!

Y da la casualidad de que es mi obispo. Sea o no santo de mi devoción; simpatías o antipatías personales de por medio; matices de fondo o de forma que puedan acercar o separar… es a mi obispo al que han agredido, y en él a mi Iglesia. Hoy tampoco callo. No lo hice cuando amenazaron a @xiskya o a @paterabraham o a @perezmaura.


Esto empieza a convertirse en un hábito. Molesto y triste. Pero al menos elevo el “¿Por qué me pegáis?” de Cristo; Él no calló. Murió por todos, también por éstas ciudadanas, lo quieran o no. Y si dio su Vida también por ellas, si la sobreabundante Redención se les regala a ellas tanto como a mí, además de no callar, lo menos que puedo hacer es rezar por ellas. Y así lo hago, pero sigo teniendo presente la paloma de la Plaza de San Pedro atacada por el cuervo y la gaviota.

A la vista del Evangelio de hoy rezo por ellas, sí. "Déjanos ir y meternos en los cerdos". Y rezo por Don Antonio María.

domingo, 2 de febrero de 2014

Vida Consagrada

Yo he visto la alegría, la paz y he mirado con serenidad al fondo de sus ojos. He escuchado la voz del Señor de su voz, me he cogido a Su mano de su mano. He visto el cansancio del Señor en su entrega. He sentido el Amor de Dios y visto Sus huellas. He visto la grandeza y la riqueza de unos zapatos rotos mostrando lo hermosos que son los pies del mensajero que anuncia la paz. He visto lo fiel que es Dios en lo humanos que son tantos. He visto la Roca del Señor en la debilidad. He visto la ilusión de los jóvenes y la juventud de muchos ancianos. He visto la misericordia de Cristo en la paciencia inagotable.

Lo he visto y lo veo a diario. Con naturalidad, con un cierto orgullo y en Familia. Me emociona ver cómo mis hijas están en Familia, cómo los cuatro vamos scalando en Familia. Hermanos, amigos, padres. Scalando a su lado, con y entre ellos. Nuestras manos, tiempo, ilusiones y cariño. Familia. ¡Gracias San Alfonso!

Pero además los he visto entre los niños educando, en la clausura, entre los jóvenes, con los enfermos, con los ancianos, entre los indigentes, con prostitutas, con recién nacidos, con moribundos… siempre con los más débiles. Con todos y para todos. Hombres y mujeres. Y he mirado con serenidad y admiración al fondo de sus ojos y he visto la alegría y la paz. Mirarles a los ojos es mirar a los ojos a Cristo. Y cuando eso ocurre uno no se siente, como podría ser normal, pequeñito; al contrario. Uno se llega a sentir grande, importante y fuerte. Porque la fe se propaga y acrecienta por contagio y la suya, sólida, firme y generosa es un acicate para todos.


¿Qué decirles hoy a los Consagrados? ¡Qué les voy a decir…! GRACIAS