“¿Quieres enterarte,
tonto, de que la fe sin obras es inútil?”
Las obras… ¿Cuáles son mis obras? ¿Y las tuyas? ¿Cuáles son
nuestras obras? No sé…
Creo que a veces pensamos en grandes gestas pero no todos
están llamados grandes gestas; no, no todos. Al menos no todos están llamados a
lo que entendemos por grandes gestas. Pero todos, sin excepción, estamos
llamados a las obras pequeñitas y es a través de la humildad de lo pequeño como
puede ir lográndose lo grande. La paciencia cotidiana, la mirada
misericordiosa, la armonía persona a persona o tuit a tuit, el silencio
guardado o la palabra adecuada. Cosas en las que ni nos fijamos, pero que son
pequeñas obras cotidianas que acercan el Reino de manera casi inconsciente pero
constante; obras reales que brotan del inconsciente de la fe hecha carne en
nosotros mismos.
Creo que mostramos nuestras obras cuando no callamos ante
unas cuchillas en una valla, cuando no callamos ante unas pelotas de goma
disparadas tanto en esta legislatura como en cualquier otra, porque hay cosas que
no son cuestión de ideologías ni de demagogias. Los muertos duelen todos, y no sólo
cuando mueren, sino a lo largo del camino que recorren hasta encontrar su
patíbulo, sea en nuestras aguas territoriales o no, sea en Venezuela, en Kiev o
los muertos con cuya sangre está regada nuestra España por el terrorismo. Duele
lo inevitable ¡cómo no doler lo evitable! Duelen los niños abortados, pero son
también pequeñas obras unos humildes #QuieroNacer
por Twitter. Duele la desesperación de una madre que aborta y duele un padre al
que ni siquiera le consultan. Pero brillan las obras de quienes se esfuerzan
por evitar las muertes y el sufrimiento.
No apartar la mirada; abandonar el balcón… Obras. La Oración
es la gran obra que nos lleva a la acción.
Obras son las realizadas por quienes le roban tiempo a su
tiempo visitando ancianos en asilos, o a indigentes por las calles, o en albergues.
Son muchos los que muestran sus obras.
Obras son los desvelos de quienes permanecen en silencio ante
un Sagrario, en una sacristía, preparando un templo, animando la liturgia, y
obras son las de quienes se lanzan a la calle llevando la Palabra, el consuelo
y la acción o lo hacen en las redes sociales.
Creo que son muchos los tipos de obras, muchos los perfiles
de quienes las realizan, pero todas tienen un común denominador porque todas
muestran a Cristo, todas contribuyen a acercar el Reino.
No sé, quizás me equivoque, pero de lo pequeño a lo grande,
de lo silencioso a lo evidente coexisten un infinito y variopinto abanico de
obras, y todas son necesarias. El valor de la caricia, de la mirada, del
abrazo, de la palabra, del silencio, de la acción.
Y de las obras pequeñas no ya a no avergonzarse de Él y sus
palabras, más bien al contrario; no callar, no poder callar. Contarlo incluso
con las palabras. Negarte a ti mismo en tu mujer, tus hijas, tu comunidad, el
hermano… negarte a ti mismo en quien te necesite. Y cargar cada uno con su cruz
y seguirle. Salir a la calle con tu cruz puede llegar a avergonzarte por lo
pequeña y ligera.
Pero llegado a este punto estoy como al principio… …las obras
¿Cuáles son mis obras? ¿Hay alguna…? Y llegado a este punto siempre me gusta
recordar “Las Alas” de Dámaso Alonso…
“¿Quieres enterarte,
tonto, de que la fe sin obras es inútil?”