Lleno de la
alegría del Espíritu Santo, Jesús da gracias al Padre, nos dice el Evangelio de
hoy. El propio Jesús dando gracias, alabando. ¿Cuántas veces nos paramos a dar
gracias a Dios? Porque motivos para ello no nos van a faltar y si no los
encontramos quizás sea porque en el centro, en el mismo centro de nuestra vida
no nos tenemos más que a nosotros mismos.
Yo le doy
gracias por cosas que pueden ser insignificantes para muchos:
·
Porque cada noche me acuesto junto
a mi mujer diciéndole que la quiero.
· Porque desde que empezó el
Adviento las oraciones nocturnas con mis hijas se acompañan de un Villancico;
esas caritas valen un mundo por el que no parar de agradecer.
· Por cada vez que encuentro a mi
madre contenta al otro lado del teléfono.
· Por el puente del 1 de noviembre en Mérida. Por el fin de semana del 26 de abril en Granada.
· Por un email de Faus, una llamada de David, un abrazo de Marcelo y los tuits de Bryan.
· Por un email de Faus, una llamada de David, un abrazo de Marcelo y los tuits de Bryan.
·
Por dónde y con quiénes vivimos
nuestra fe en Familia.
·
Por la Evangelii Gaudium.
·
Porque tengo trabajo.
·
Por mis amigos; porque José está
estupendo, por los #microrelatos de Adviento de Santi, por el blog de Patxi.
·
Porque quizás por fin de Año pueda
abrazar a Ramón en Corbán.
· Porque en mi caso no “eran
alrededor de las cuatro de la tarde” (EG 13), sino pasadas las once de la
mañana de un miércoles, y lo recuerdo, aún cuando no lo haga…
· Por las noticias que nos acerca
Carlos desde Filipinas y las caras sonrientes de esos niños que son un ejemplo y
una lección.
·
Por las reflexiones semanales de
Víctor.
· Por un puñado de jóvenes que
muestran la alegría del Evangelio; por un puñado de ancianos que muestran el
valor impagable de la perseverancia. Por San Alfonso.
· Porque aunque quizás yo no esté,
en alguna iglesia o capillita de algún lugar del mundo cada jueves habrá
alguien adorándole.
·
Porque la luz no se apaga y se intensifica
por contacto. Por la perseverancia.
·
Por estar aquí tecleando.
·
Porque cada mañana nos visita el
sol que nace de lo alto.
·
Porque reconozco que el primer y
mayor motivo para dar gracias es estar Vivo.
· Porque cada vez que se concibe un
niño y se le deja nacer el Señor ratifica su confianza en el hombre.
· Porque ya va faltando menos para
que nazca el Niño y yo estoy deseando abrazarlo.
Son mis
motivos, sólo algunos de mis motivos. ¿Cuáles son los tuyos? ¿Los compartimos? ¿Caminamos
juntos hacia Belén? Y si me dices que no tienes ninguno, que no encuentras ningún
motivo por el que dar gracias a Dios, déjame que te hable del Chiquitín que
nacerá el 24.
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