Ya es 31 de diciembre, último día de 2013. Termino el año en
Paz. Diez años de matrimonio y cuando miro a mi mujer a los ojos todavía me
parece trasladarme a Oruña y siento lo mismo que en el primer cruce de miradas
el 15 de agosto del 2002. Afortunado ¿A que sí? Miro a los ojos de mis hijas y
siento lo mismo que la primera vez que las vi, y veo en ellos la apuesta de
Dios por el mundo, por el hombre. Miro los ojos de mi madre, una joven niñuca
de 79, y sé que al mirarme ella también ve a un bebé peloncete. ¿Afortunado?
Pues sí, sin duda.
Acabo el año con trabajo y habiendo abandonado el tabaco.
Vamos, que no lo acabo mal. Y lo acabo sabiéndome bajo la mirada de Dios, en
Paz y aún inflamado tras la Adoración de la Plaza de Colón. Lo acabo tras haber
asistido a misa de 20h en PS, en casa, teniendo a mi lado a Oita, y eso es una
gracia. Lo acabo con la ALEGRÍA del Evangelio gracias a Francisco.
Lo acabo contento y recordando la visita a Mérida del puente
del 1 de noviembre en nuestro décimo aniversario viendo la felicidad de mis
niñas, de las tres. Lo acabo contento porque pienso en Bárbara y Josefer y veo
a dos vencedores encomiables y en ellos la mano de Dios, por muchos recovecos que
quieran darse. Lo acabo contento porque veo a Joaquín y en él la esperanza de
una fe incandescente. Lo acabo después de unos recientes encuentros con amigos
de siempre, con las cenas familiares de Navidad, habiendo vuelto a ver a
Antonio y a María. Lo acabo tras una invitación de Santi y Esther al cine con
los niños que hubiera sido como ir en familia; tal cual. Lo acabo con unas
recientes manos sobre mi cabeza: el Señor fue bueno conmigo. Lo acabo tras la
cena parroquial en familia. Pienso en un grupo dispar y variopinto de personas,
muy distintas unas de otras, unidas por algo superior a nosotros mismos, como
cualquier familia, y veo a la Comunidad de Laicos Redentoristas, y veo también
al Grupo de matrimonios. Lo acabo con el P. Marcelo con un hueco en el corazón y recordando el paseo por Madrid con el P. Manuel Cruz.
Ya es 31 de diciembre, y en unas horas, si Dios quiere,
celebraré en familia la última cena del año, y recibiré al nuevo en familia.
Por ella le pido al Redentor, por la Familia. No sé muy bien por qué pienso
también en Horacio y en sus padres y en su hermana; será porque también los
quiero, como pienso en un puñado enorme de Redentoristas. Tampoco sé muy bien
por qué ahora echo en falta un último #iEncuentro, como echo en falta una
última cena con Miguel, Maira, Juanjo y Rocío. Ahora que acaba el año tengo en
la cabeza y en el corazón a Lalo y a Guille. Y pienso en un 150 aniversario por el que tengo
motivos personales para dar gracias, porque por ellos también estoy donde estoy
y soy quien soy ahora.
Está a punto de acabar el año y me doy cuenta de que sigo aún
un poco en Astorga, en Casa San Alfonso, y en Granada. Está a puntito de
finalizar, y me gustaría poder abrazar a José Luis Marra-López. Se acaba con
Carlos en Filipinas, de quien siempre tengo algo que aprender y que me ha
regalado, hace solamente unas horas, una mesa en un rincón de un café de la
mano de Miguel Pérez (http://mesarinconcafe.blogspot.com.es).
¿Cómo acabo el año vivido? Pues tranquilo, contento, en Paz
y, creo, habiendo crecido un poquito. Lo acabo conscientemente bajo la mirada
del Señor, de la mano de San Alfonso, con mi mujer a mi lado y unas hijas
felices.
Acabo el año scalando en Familia.
Vamos, que visto lo cual ¿cómo voy a acabar el año? Pues
dando GRACIAS a Dios. Tal cual, así, con mayúsculas y bien alto y claro: GRACIAS.
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