Con frecuencia me ocurre
que, cuando tengo una cita vespertina importante se organiza el atasco de
vuelta a Madrid, y ayer no iba a ser menos: atascazo de entrada. Pero a pesar
del atasco y las interminables vueltas para encontrar un hueco donde aparcar el
coche, finalmente pude llegar a PS con bastante tiempo, entrar en la sacristía
y preguntar al párroco, al P Nicanor, si hacía falta algo. Porque ayer teníamos
una celebración importante para la Familia Redentorista ,
una Eucaristía, presidida por el Cardenal Arzobispo de Madrid, de acción de
gracias por la beatificación de los seis mártires redentoristas de Cuenca: http://www.redentoristas.org/redentoristas/santos-y-beatos/martires-de-cuenca/
Aprovecho
para animar desde aquí a que, cada uno en su parroquia, se anime a ofrecerse, a
tender manos, porque en muchas ocasiones son necesarias por muy insignificante
que pueda parecer lo que te encarguen. Y no hace falta que tengamos un motivo
especial, que cualquier misa lo es, y seguro que el sacerdote de turno lo
agradecerá, y si no pues no pasa más. Pero el caso es que la de ayer sí que era
especial. Un motivo de gozo y también de satisfacción. Ver la cara de alegría
del vicepostulador de la causa, el P Quesada, valía un mundo, como la del P
Provincial, Pedro López, que estaba exultante. La sacristía a rebosar de
sacerdotes Redentoristas de toda Europa, unos sesenta, Miembros del Consejo General, Provinciales de otros países… en fin, más los de “casa”. Abrazar al P José
Luis Almendros, saludar al P Benigno Colinas… y en mi corazón, como siempre,
presentes algunos que no lo estaban físicamente.
Llegó
Monseñor Rouco y, tras la monición de entrada leída con la delicadeza exquisita
de Betty Renjifo, dio comienzo la procesión de entrada y… bufff ¿quién me iba a
decir a mí que yo estaría con uno de los ciriales flanqueando la Cruz ? El otro lo llevaba
Joaquín García-Romanillos, lo que viene siendo un alma buena. Y todo impecable.
Y todo en familia, tan normal, incluidas las reliquias de los beatos. Hombre,
reconozco que todas esas filas ocupadas por sacerdotes redentoristas, el
presbiterio a rebosar y el Sr Cardenal en la sede con Pedro a un lado y Nicanor
al otro, además del “subidón”, pues ciertamente impresiona; no impone, pero sí
impresiona.
El
momento de las ofrendas fue también especial, por las ofrendas en sí mismas y por
quienes las llevaban: un miembro de cáritas, un hermano redentorista irlandés,
una oblata, la madre de un postulante redentorista… vamos, que se tuvo en
cuenta hasta el más mínimo detalle. El coro intergeneracional, como siempre,
impecable. Las preces a cada santo y a cada beato Redentorista. Solemne y con
la naturalidad y alegría con la que se hacen las cosas en esta Familia.
Las
palabras del Cardenal que resaltaban la
Vida , el martirio de los seis beatos como ejemplo
rejuvenecedor y fortalecedor para la Congregación del Santísimo Redentor,
especialmente en España.
Una
celebración de gozo, en la
Iglesia como Madre, en Familia, que acabó con el himno a
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Yo me quedo con el ejemplo de los mártires
de Cuenca, con la alegría de la celebración y la sensación de Familia. Me quedo con el grano de mostaza de San Alfonso Mª de Ligorio, con el grano de mostaza de los mártires; grano de mostaza hecho un inmenso arbusto y con todos los que anidamos en sus ramas. Pero yo prefiero anidar no de manera acomodaticia, sino para, desde él, tratar de ser levadura.
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