Me acosté incómodo anoche y
amanezco igual. Una de las cosas que más me trastocan es no ya escandalizar,
simplemente ofender o molestar a otros de manera innecesaria. En realidad
siempre es innecesario. Me pongo en su lugar cuando soy yo quien me veo en su
situación y les entiendo.
Cuando esto, además, se
produce por una solemne estupidez que no encierra ni posturas ni opiniones propias
puede resultar incluso infantil por mi parte. Pero uno es así. Hay que tratar
de no herir con las opiniones propias, pero hacerlo con las ajenas ya es de
doble pirueta. Ayer retuiteé, porque me pareció graciosa, una ficticia
entrevista al Papa de la que, obviamente no soy autor. La vuelvo a leer, y de
ver falta de respeto ésta no es desde luego hacia la figura ni del Papa como
tal, ni del actual Pontífice. Creo que mi opinión al respecto es radicalmente clara
y sobradamente manifiesta, tanto antes de saber cuál era su nombre (http://www.scalandoenfamilia.com/2013/03/ioracionpapa-imision.html,
http://www.scalandoenfamilia.com/2013/03/ioratio-pro-eligendo-pontifice.html),
como cuando
todos supimos definitivamente a quien había elegido el Espíritu Santo (http://www.scalandoenfamilia.com/2013/03/exulta-cielo-alegrate-tierra.html),
o ahora
que ya le conocemos (http://www.scalandoenfamilia.com/2013/03/un-papa-tierno.html,
http://www.scalandoenfamilia.com/2013/09/yo-mi-me-conmigo.html).
Creo que
ni hay ni puede haber resquicio de duda sobre ello.
No obstante, si bien mis
opiniones me atañen exclusivamente a mí, también lo hacen mis torpezas, e
incluyo aquí todo aquello que de manera injustificada pueda herir los
sentimientos de otro; y me duele ser causante de, al menos, pena. Máxime si lo
soy de personas a quienes no aprecio, sino que quiero.
Ya, ya sé, …déjala correr.
Pues no. Soy como soy y prefiero aclarar el agua para que no se estanque, que
al final la bebes y amarga.
Eso sí, ahora y en otras
situaciones en las que yo soy el molesto (muchas veces de manera igualmente infantil) me
quedo con esta oración de Santo Tomás Moro:
“Dame,
Señor, una buena digestión y también algo que digerir.
Dame
la salud del cuerpo con la necesaria mortificación para que,
de
mi parte, sepa conservarla del mejor modo posible.
Dame
un alma santa, Señor, que haga ante tu mirada lo que es bueno, para que, al ver
el pecado, no se espante, sino que encuentre el medio para arreglar la
situación.
Dame
una alma que ni conozca el enojo, que ignore la murmuración, que desconozca las
quejas y los suspiros. Y no permitas que cuide demasiado de esa pobre cosa que
soy yo.
Dame,
Señor, el sentido del humor, la gracia de saber apreciar un chiste, para que
pueda sacar de él alguna alegría, aunque sea pasajera, y haga participar de
ella a los demás.
Todo
esto, Señor, te lo pido por intercesión de María, Causa de nuestra Alegría.”
Amén.
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