“X ha abandonado el
grupo”. Una simple frase en el Whatsapp de mi mujer que ayer nos trajo a la
realidad de que incluso en vacaciones el mundo sigue girando, incluso en
vacaciones los ausentes van con nosotros en el corazón y la memoria; frías
palabras que dejan un regusto un pelín amargo aunque cargado de cariño y
agradecimiento, teniendo siempre presente lo hermosos que son sobre los montes
los pies del mensajero que anuncia la Paz…
Y al monte nos fuimos
de excursión, dos horas largas de caminata por la Sierra del Escudo de
Cabuérniga. Al acabar, antes de ir a cenar con los 12 niños y dos matrimonios
amigos, yo me quedé un ratito en el monte, a solas. Recé vísperas con iBreviary
en ese maravilloso templo de la naturaleza. Fue un momento de Paz en el que se
condensaron más de tres años de recuerdos, de risas, de lágrimas, de agradecimiento, de
discusiones, de amistad, de Amor; más de tres años durante los que mi pequeña
familia y yo hemos estado, de su mano, mecidos por la mano de Dios. Bastó un
instante para que entrara en nuestros corazones y el día a día para asentarse
en el ADN familiar, y eso no hay ni química ni distancia capaz de deshacerlo
porque, además, la familia se asienta sobre Roca Firme.
No son cosas que salgan
de mi santiscario, son gotas de cariño en cada momento compartido –incluida cada
una de las discusiones, que yo soy un tipo difícil- iluminadas por la Luz de la
Palabra desde que yo la escuché clara y nítida en su voz un 19 de mayo. Mucho e
intenso lo compartido en familia, y así es como nos quedamos gracias a él:
scalando en Familia. El ejemplo constante, a veces incluso con la palabra, de un inolvidable Pastor.
Le echaremos de menos,
mucho, muchísimo. Siempre. No solamente yo, también mis tres niñas. Pero en lugar de
pensar en ello trataremos de pensar en todos aquellos a quienes ni conocemos
pero que, gracias a él, conocerán de primera mano la Buena Noticia de la Sobreabuntante
Redención. Y permanece.
Sólo, anocheciendo, rodeado
de árboles y montes, cada una de las palabras de Vísperas era por él, casi
estaba sentado a mi lado.
Empuñando la espada o
la lanza vencerá al dragón allá donde esté. Y el Señor le acompañará a cada
paso, porque a cada paso coloca sus pies sobre las huellas de Cristo.
Hoy le doy gracias a
Dios por ponerlo en mi camino y le doy las gracias a él por entrar en nuestra
Vida. No se lo puse fácil y se mantuvo imperturbable.
Y así nos deja:
scalando en Familia, en Camino, bajo la mirada de Dios y con San Alfonso.
¡¡¡GRACIAS!!!