Sigo desde hace algún tiempo por Twitter al P José Mª
Rodríguez Olaizola SJ (@jmolaizola), y recomiendo que, si alguien lee esto, haga lo mismo. Sus tuits, como los de mucha otra gente, son una expresión clara de
qué es evangelizar en las redes sociales. 140 caracteres que acompañan y
acercan el Evangelio. Hoy ha habido dos que me han llamado poderosamente la
atención y que no voy a reproducir, porque no le conozco de nada y no tengo su
permiso, pero consultando su perfil en esa red social se pueden encontrar fácilmente.
Los caracteres a los que me refiero hacen referencia a María Magdalena, y me
han ayudado a no sentirme tan bicho raro. Porque uno se debate también en la
búsqueda, y esa búsqueda, a veces, lleva al desaliento y a la soledad; por
mucho que acabe en encuentros, la búsqueda continúa. Es a esto precisamente a
lo que me refiero cuando digo que sus tuits acompañan. Hay ocasiones en las que
–salvando todas las distancias- uno casi pareciera sentirse una especie de “Sebastian contra mundum”, el Sebastian
Flyte del Brideshead Revisited (Evelyn Waugh).
Pero a pesar de derrotas, yo también he elegido creer, y cuando
uno lo hace, incluso en los momentos más bajos de la búsqueda, uno se sabe
acompañado, se sabe bajo Su mirada. Puedes elevar momentáneamente los ojos a lo
Alto, puedes mirar a tu alrededor y preguntar: ¿Dónde estás? Lo preguntas aunque sepas la respuesta.
Hoy sus palabras me han ayudado, y eso es una muestra de lo
que podemos hacer cuando “colgamos” un tuit; no siempre somos conscientes de su
alcance. Me han ayudado porque me recuerdan que soy como cualquier otro y que
he elegido creer; he elegido creer, crecer e ir scalando en Familia.
Son las últimas frases que he leído mientras entraba en PS a
pedir a San Alfonso su intercesión por la Misión de los Jóvenes en el
Monasterio de Nuestra Señora de El Espino; por todos ellos, y personalizando en algunos (laicos,
religiosos y sacerdotes) con nombres y apellidos; o mejor, con rostros,
personas cuyos rostros conozco, cuyas ilusiones intuyo, cuyos gestos y
expresiones he ido aprendiendo a descifrar. Gente a la que quiero, de esa Familia
entre cuyos miembros voy scalando junto a mi mujer y mis hijas. Yo no he estado
nunca allí y, si Dios quiere, quizás vaya algún día. Pero hay algo atrayente en
lo que se ve, en lo que se escucha, en lo que se lee, en lo que se descubre
entre quienes vuelven. Decidirán por mí; decidirá el Señor. Así lo pedí
también.
De los pies de San Alfonso pasé a la Capilla, y rezando Vísperas con iBreviary me detuve en el salmo 126: en vano vigilan los
centinelas. En efecto, Él es quien construye la casa, quien guarda la ciudad,
quien nos alimenta. “El esfuerzo humano
es inútil sin Dios”. Seguir orando, seguir scalando, seguir en gerundio,
pero en Él.
Empezó la misa; leí la Primera Lectura (Corintios 5, 14-17),
el Salmo (62, 2. 3-4. 5-6. 8-9) y la aclamación antes del Evangelio… sin
palabras.
Salí con la Paz, tranquilo, sereno, contento, renovado,
porque “El que es de Cristo es una
criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado”.
Encendí el Smartphone y releí los tuits de Olaizola. Gracias
Padre por recordarme que scalar en Familia es mi elección, que creer es mi
elección. En apariencia, sólo en apariencia, porque igual que Él nos amó
primero, scalar en Familia, creer, es el seguimiento, la respuesta a una
llamada. La elección es lo que decidamos responder. Creer como don. Creer, tras un encuentro, no es ni una opción ni una elección, es una necesidad, una consecuencia natural.
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