Que en la normalidad de la
vida, en la cotidianeidad más común se nos presenta el Señor debería ser una
obviedad; el cauce de la normalidad en el día a día a su Palabra, algo tan
intrínseco que debería pasar desapercibido. El menudeo vulgar en el transcurso
de las horas hecho Vida y con la Paz.
Sin embargo, este fin de
semana se ha hecho claro y nítido para mí. Algo tan simple como compartir el
fin de semana con un alma buena, con un regalo venido de lo Alto firmemente
querido, ha sido un remanso de Paz. Unos pocos días en Familia, scalando en Familia,
abiertos al Amor, la reflexión, la buena y sincera conversación, tamizados por
el filtro inflexible de dos niñas, mis hijas, que de manera espontánea acabaron
llamando “tío” a ese alma buena.
Cuando el Señor te regala a
una fuerza centrípeta de Paz, complementada por una bonhomía excepcional,
aderezada con una fe sin complejos (como debería ser la de cualquiera), la
bondad se torna en una explosión espontánea de la vivencia sencilla del
Evangelio.
Conversaciones reposadas,
reflexiones de ida y vuelta que me han ayudado a crecer, afianzarme y
consolidar esperanzas. Porque esta persona, lo que mejor encarna, sobresaliendo
casi por encima de la humildad, es la Esperanza. Individuos así enraízan la
Esperanza en el género humano, personifican que somos creados a Su imagen y que
se nos regala en el hermano. Por encima del cariño revolotea la admiración, y
un pelín de orgullo.
Llevamos ya compartidas
muchas Eucaristías, pero hoy, haber podido celebrar a su lado el Santísimo
Redentor, fiesta titular de la Congregación Redentorista, y haberlo hecho en la
Parroquia de la Inmaculada en mi Santander natal, para mí ha sido especial. Nos
unen fe, personas, afectos, Familia y una meta común.
Todo tan normal, tan
pausado, tan de verdad que simplemente me impresiona. No puedo sino dar gracias
a Dios por las personas que pone en mi camino y en el de mi mujer y en el de
mis hijas. Él expresa Su Amor, también, a través de estos regalos.
“¿Quién
puede hospedarse en tu tienda? El que procede honradamente…”
Pues tú, hermano, tienes tu
sitio asegurado. ¡Gracias! Con la Paz…
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