Sea cual sea el
contenido que desde San Ignacio de Antioquia se haya venido dando al titulo de
Vicario de Cristo, hablemos del Servus Servorum Dei, Sucesor del Apóstol Pedro,
Soberano del Estado de la
Ciudad del Vaticano, Primado de Italia, Arzobispo Metropolitano
de Roma, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal etc, cada uno con sus
connotaciones teológicas y jurídicas, yo ayer, la verdad, estuve viendo al Papa
por la tele y tan feliz; me refiero a que tan feliz yo, y el Papa no digamos, o
eso parecía.
Para alguien
acostumbrado a besar las manos de los sacerdotes como signo de
respeto-agradecimiento- admiración por esas manos que consagran el Pan y
perdonan los pecados en Su nombre (eh, y que sigan "temblando"
aquellos a los que no les gusta porque seguiré con la misma costumbre); para un
individuo que pasa de largo los cuarenta; para un hijo de la "Vieja"
Europa, educado en una familia liberal de arraigadas tradiciones y fe, y en un
colegio religioso imbuido de lo que había sido lo que ahora llaman
"nacional catolicismo", lo de ayer podía haber parecido como de otro
planeta. Sin embargo, bajo la Luz
de mi fe, con el corazón abierto, tras el tamiz de la inteligencia y gracias al poso enriquecedor de mi
educación y pasado histórico, uno tiene la sensibilidad suficiente como para
discernir, como para eliminar prejuicios y dejarse llenar por la Luz , cuando la Luz es tal, como para
diferenciar protagonismos de "saltimbanquis" de aquello que realmente es la Verdad de la Luz (y tan actor teatral puede ser un
"saltimbanqui" como un envarado virtuoso de la liturgia). El caso es
que me encantó lo que vi.
Cada persona es
como es, tiene su propio origen, su pasado, su expresividad, sus gestos,
sus gustos y preferencias, su manera de ser. Y el Papa no va a ser menos, que
es un hombre como otro cualquiera, elegido por el Espíritu Santo para su
función, pero hombre como otro cualquiera. Cuando esas características
personales se ponen al servicio de la Palabra que anuncia, entonces brilla la Luz. Y por su propia
personalidad y manera de comunicar parece que todo lo que dice es nuevo,
distinto, diferente. Decirlo igual entre los pobres o ante los poderosos, decirlo andando
entre la gente, es lo que lo hace diferente; ese "como de andar por
casa" es lo que le hace diferente y atractivo. Su discurso social y
transcendente, su claridad para todos y en todo lo que dice, su maravillosa y
necesaria insistencia en que la
Iglesia NO es una ONG, en no licuar la fe en Cristo... ¡ME
ENCANTA! Claridad de discurso y valentía, tanto en Lampedusa, como defendiendo la Vida allí donde otros ven
justificadoras circunstancias atenuantes: al pan, pan y al vino, vino. Me
entusiasma su cariz humano y social que por humano y social es tan divino.
Lo de anoche a
muchos pudo parecerles "raro", depende de lo que vieran. Y yo vi
Amor. A un señor vestido de blanco irradiando fe y Amor, levantándose a
abrazar, a un gentío espectacular irradiando fe y Amor. Tanto como lo vi en la JMJ de Madrid, en otro continente
y con otros jóvenes. Vi lo mismo. Vi al sucesor de Pedro. Estuvo en Madrid y
está en Río.
Cómo arrastre el
Papa a las almas a Cristo, cómo haga que se enamoren de Cristo (porque arrastra
y enamora) es una maravilla en sí mismo. Veo ternura hasta cuando es duro.
Porque es su fe lo que veo, es el anuncio explícito de la Buena Noticia de
Jesucristo lo que veo; y es contundente en la llaneza. Porque eso es lo que
veo, aplaudo sus modos. No me quedo en la persona.
Me apena leer
comentarios de buena gente con críticas hacia modos y gestos sinceros, tanto
como me apenan adhesiones simplemente a los modos y los gestos. No es eso, por
ahí no. Si mi vida se quedara en 140 caracteres en Twitter, en unas cuantas
frases hilvanadas en un blog y nada más, yo mismo sería un
"saltimbanqui" (y cuando digo saltimbanqui es un cierto pensamiento
de San Alfonso lo que tengo en la cabeza) del teclado, un charlatán, un trilero
de ideas y palabras. Si mi vida no es Vida, nada valgo; si mi vida no es Vida,
es estéril; si mi vida no se deja transformar por el Redentor, no es Vida. Si
mi vida no es un reflejo nítido de Aquello en lo que creo… ¿será que no creo?
Si nos quedamos solamente
en los gestos podremos ajustarnos las filacterias o autoerigirnos en adalides
de la progresía, según sean los sesgos de cada uno; eso ni es ni genera Vida. Y
lo que no genera Vida lleva al vacío, a la nada.
Me da igual el
titulo que le demos; yo me quedo con el Papa, que estos días abraza como el
Redentor desde Corcovado; porque es con el Redentor con quien me quedo.