Hoy, día en el que celebramos la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, creo que es una buena oportunidad para dedicar un sereno rato de oración por los sacerdotes.
Yo lo haré esta tarde ante el Santísimo en la #oracióndelosjueves en PS, y animo a que todos dediquemos un rato a hacerlo, donde sea. Cualquier momento del día, cualquier lugar es bueno para orar, pero hacerlo ante el Señor es –por decirlo de una manera coloquial- como la cuadratura del círculo sacerdotal. Ante un pedazo de Pan que es el propio Cristo. Pan consagrado por otro Cristo, por un hombre como cualquier otro; por alguien que, escuchando su nombre, dijo, como María, Fiat.
No es porque yo sea muy anticuado –que en muchas cosas lo soy- ni por convencionalismos sociales añejos; que no, que no es por eso por lo que yo, de entrada, me dirijo a cualquier sacerdote con especial respeto. Respeto que nace de la admiración y el agradecimiento; admiración por su “Sí” y agradecimiento por su vida. Eso de entrada. Que luego, cuando conozco a la persona, al hombre, esa idea inicial varíe es otra cosa. ¿Que algunos puedan ser además amigos y el trato varíe? ¡Pues claro! Porque, aunque el Sacerdote lo es las 24 horas del día desde el momento de su Ordenación (bueno, yo aquí tengo una idea un tanto particular: efectivo para el mundo desde su Ordenación, pero para sí mismo y en el corazón de Cristo desde el inicio de los tiempos), sigue siendo hombre las mismas 24 horas del día.
Como tal hombre sujeto a las debilidades, fallos, frustraciones de cualquiera. Como cada ser humano, dotados del mismo corazón que late y que un día dejará de hacerlo. Los hay simpáticos, secos, afables, antipáticos, altos, bajos, gordos, mayores, con coleta, rapados… tan variopintos como el género humano. Podremos estar de acuerdo o en desacuerdo, porque quitando lo fundamental que es el Amor, una grandeza de esta torre de Babel que es nuestra Iglesia es que es capaz de alcanzar la unidad desde la diversidad más extrema. Alguno puede ser casi como nosotros mismos y otro estar en las antípodas, pero sea cual sea la opinión personal que podamos tener, sus manos consagran el Pan y el Vino, nos perdonan los pecados, nos auxilian en la muerte…
Merecen nuestra oración, nuestro calor, nuestra compañía, nuestra comprensión, nuestro cariño. En la segunda lectura de hoy Pablo nos relata la tradición que recibió y nos transmite, “Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía»”. Cristo se entregó por nosotros, y ellos a Cristo también por nosotros.
Cada rebaño requiere su pastor y cada pastor atiende a sus ovejas; y no nos engañemos, que somos churras, merinas, shetland, hampshire, charollais, alcarreñas, corriedale, carranzana…y así los pastores. Yo hoy pediré para que no les falte el calor y el cariño, para que estén donde estén encuentren una mano amiga, para que en su soledad no se sientan solos; para que sepamos alentar a los ancianos a conservar el ánimo, las fuerzas y la ilusión; para que seamos comprensivos con los jóvenes que comienzan a andar como curas. Pediré por todos, no sólo por los más cercanos, porque, como recordaba S.S. Benedicto XVI en la Audiencia del 30 de marzo de 2011, el propio San Alfonso Mª de Ligorio no se cansaba de repetir que “los sacerdotes son un signo visible de la misericordia infinita de Dios”.
Y lo haré ante Cristo en ese pedazo de Pan que algún sacerdote habrá consagrado. ¿Alguien se anima?
Yo pediré por ellos en general, pero sobre todo daré gracias a Dios por todos los que han pasado a lo largo de mi camino de fe y marcándome y animándome a seguir a pesar de mis fallos. Gracias Enrique por tan bonita y sentida entrada.
ResponderEliminarBarbara
Como siempre, querido Hermano en Cristo, tus post en el blog, son siempre, sinceros, llenos de amor, de fe, de Luz.
ResponderEliminarGracias por recordarnos que este dia es el de Cristo, y si, me uno a la oracion por ellos, al igual que tu, los admiro por su valentia, pues es un camino de soledad, y deben ser muy fuertes, especiealmente para aquellos que son enviados a comunidades lejanas, y aun en condiciones muy malas (me refiero a algunos lugares de mi querido Pais, Mexico), donde ni siquiera tienen luz, agua potable. Ahi es donde mas se les viene la tentacion del desanimo.
Ellos son In persona Christi. Cristo esta con nosotros en su Persona cada vez que asistimos a la Sagrada Eucaristia.
Dios te bendiga, a ti y a tu familia, los colme de Paz, de amor y de unidad.