Mi querido amigo, querido Santi. Ni te imaginas lo que me impresiona cuando me doy cuenta de lo que Dios me quiere a través las personas que va poniendo en mi camino y que, a veces, me dan un par de bofetadas de sensatez que acaban por centrarme. Esas personas que nos regala para hacerse presente sin necesidad de mirar a lo Alto; presente aquí, en la tierra. Tú eres una de esas personas y con la entrada de hoy en tu blog lo has hecho. ¡Y de qué manera!
Me voy a permitir la licencia de transcribir, entrecomilladas y en cursiva, unas poquitas de tus palabras: “No es fácil mantener la firmeza, por eso se hace clave tener una comunidad, una parroquia un acompañante… ¡lo que sea! Solo, uno es extremadamente débil y vulnerable. A veces tengo miedo de fallar, de perder la valentía y tirar por la calle del medio….pero también sé que mi guardia nunca duerme, que me protege, que me quier, que me cuida…” (Santiago Casanova Miralles). Señores, éste es @scasanovam, no dejen de seguirle en Twitter.
Pues tú hoy has sido mi guardia. Quienes están cargados del Espíritu lo transmiten en las redes a través de la pantalla de un PC o de un smartphone; eso has hecho tú hoy.
Nada grandilocuente ni rebuscado, con la normalidad cotidiana con que el Señor deja actuar al hombre, se deja actuar en el hombre. Tú has hecho que repare en una obviedad que para mí es ya tan natural que ni soy consciente como debiera, ni agradezco cómo y en la forma que debiera. “Tener una comunidad, una parroquia, un acompañante… ¡lo que sea!”. Esa es la obviedad natural para mí. ¿Sabes, Santi? Uno se enfanga como puede, ora a lo Alto y en lo más carnal que es el hermano, pero… qué poquitas gracias doy por ese lujo que yo tengo ¡qué poquitas!
Gracias a Dios por haberme regalado una comunidad, una parroquia que, en su conjunto, me acompaña y me sostiene. Gracias a Dios no por tener una comunidad o una parroquia, no; gracias por ser parte de. Y en mi caso gracias por ser parte de algo que es más amplio que una comunidad o una parroquia, gracias por ser parte de una Familia extensísima, que es la Redentorista ; porque así me siento sea cual sea el santuario o parroquia Redentorista, así me siento cuando estoy entre ellos, en Familia. Creo que ni al Señor ni a ellos sé darles adecuadamente las gracias. Puede que no sea perfecta, pero es la mía. Y les quiero, con sus virtudes y con los defectos que pudieran tener. Una familia en la que mi mujer, mis hijas y yo vamos scalando. Qué importante es para cualquiera formar parte de algo así, pero, sobre todo ¡qué importante es para un padre! Porque ¡qué importante es para unos niños!
No voy a contar más; no voy a explicar más. No siempre lo parece, no siempre lo demuestro. Yo no soy un personaje permanentemente sonriente (en realidad me inquieta lo que una permanente sonrisa es capaz de ocultar), y eso puede llevar a equivocaciones. Pero desde aquí les digo ¡GRACIAS! Desde aquí les digo que les quiero. Bien pensado esto me ahorra que esta tarde cuando, como cada día, vaya a PS y me cruce con Olegario, o con Nicanor, o con cualquiera les dé un abrazo y les plante un par de besos, que yo soy muy capaz (igual lo hago sólo por ver las caras). Lo que es seguro es que ante el Sagrario, con el corazón hacia lo Alto, le daré al Señor las gracias por esa Familia; lo que es seguro es que a San Alfonso le daré las gracias por fundar esta Familia, cuyos miembros me han enseñado a mirar a Cristo a los ojos en el hermano.
Gracias Santi por mostrarme lo profundo de lo obvio, por la sensatez. Tú Casanova y yo Casanueva, diez años de diferencia y medio metro de altura nos separan pero ¡hay que ver lo que nos une! Ya quisiera yo ser la mitad de generoso y de acogedor que tú. Y ya ves ¡lo único que soy es la mitad de tamaño!
El Señor nos junta para que nos cuidemos, nos hablemos, nos curemos, seamos lucecita para los otros, asumamos juntos el camino de la cruz... Gracias a ti, Enrique. Me sonroja un poco ser un título de post de Scalando. Soy poquita cosa y hago lo que puedo. Igual que tú, que el resto. A la vez me alegra servir, de vez en cuando, para algo. En el fondo, no es más que el Señor actuando a través de nosotros...
ResponderEliminar